Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

Celebración Eucarística de la Natividad del Señor

 

25 de diciembre de 2020

 

“Sí, la Palabra se hizo carne”. Mis queridos hermanos, apenas ha llegado la Navidad y ya la Iglesia nos presenta a Cristo como el logos tu feu “La Palabra de Dios”. Vamos a decir una cosa muy sencilla y experimentada por todos nosotros: ¿Qué sientes cuando una persona no te habla? ¿Qué sentimos cuando el ser amado nos niega la palabra? ¿Qué sienten los jóvenes cuando de la universidad no les han hablado? ¿Qué sienten los obreros cuando del trabajo no los han contratado?, no les quieren hablar, no les hablaron, ¿Qué pasa en la vida cotidiana cuando no hay diálogo? – ¡es que no me habla, o ni siquiera me habla! – La vida se derrumba, nos paralizamos, nos quedamos incluso sin el pan, nos quedamos sin recursos, nos quedamos sin trabajo, y sobre todo, el universo del alma se conflictua y se llena de amargura.

 

Que hermoso que la Iglesia desde el nacimiento de Jesús, nos lo presenta como “La Palabra de Dios”; finalmente tenemos acceso al pensamiento, a los sentimientos de Dios, finalmente podemos conocer su voluntad, que es lo mejor que podemos hacer, su voluntad, finalmente conocemos su sabiduría infinita, finalmente conocemos su intimidad, sus proyectos. Queridos hermanos, nunca se nos olvide que Jesús es La Palabra por excelencia, La Palabra Eterna, La Palabra Viva, La Palabra Auténtica de Dios.

 

Otra vez, en pocas palabras: Jesucristo ha venido como la mejor expresión de Dios; Jesucristo será siempre el mejor lenguaje de Dios, un lenguaje que se entiende, un lenguaje que cautiva y que emociona; Jesucristo es un lenguaje que convence, todo Él es lenguaje, cercanía, caricia de Dios. El autor de la carta a los hebreos, dice: ciertamente Dios nos ha hablado en distintas, en muchas ocasiones, maneras, formas, personajes –así les habló a nuestros padres– un lenguaje más o menos inteligible fue el de los Profetas, pero ahora en estos tiempos, que Él ha hecho plenitud nos ha hablado por medio de su Hijo.

 

Pues queridos hermanos, cada uno de nosotros, a partir de hoy, valoremos en forma mucho más comprometida, gozosa incluso, a Jesús como la Palabra de Dios; dejémonos instruir, enseñar, conducir, purificar, animar, santificar por Jesús, sea Él la referencia más bella de nuestra alma, de nuestro interior, de nuestro corazón, porque Él es el lenguaje apropiado; ustedes lo ven: a Él se le entiende en China, el día que los pueblos de la India, o los pueblos del Norte, del Sur se detengan y vean y contemplen y escuchen a Jesús con una buena voluntad, ellos reciben a Dios, escuchan al creador y se vinculan, como dice el Evangelio hoy: “a la vida, a la luz, a la sabiduría, a la gloria, a la gracia de Dios.

 

Pues, queridos hermanos, ustedes y yo hoy, damos gracias a Nuestro Señor que nos permite en Eucaristía, en Comunión, recoger esta Palabra santa que trae tanta seguridad, tanta claridad, garantía de que la vida, de que el amor, de que la felicidad, son los proyectos de Dios para nosotros. Pero nada en la vida se puede conseguir sin las personas, al margen de las personas nada vale la pena, no se logra, no se saborea, no se puede nada. Hoy nosotros quedamos perfecta, bellísimamente incorporados a esa persona que nos ha traído el don infinito de Dios. Amén.