A continuación te ofrecemos la transcripción del mensaje de este domingo.
Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Fiesta de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote
09 de junio de 2022
“Cuanto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes”. Mis queridos hermanos sacerdotes, recojamos la luz, la sabiduría, esas enseñanzas inmortales de la Palabra que siempre se refieren, tienen como centro a Dios, el centro es también Jesucristo en una forma muy viva, ciertamente a lo largo del año litúrgico, pero bueno hoy, con este matiz, “sacerdote”; quiere decir que Jesús como sacerdote es la persona más santa que hemos tenido, y que a su paso, fue santificando todo, fue purificando, fue haciendo agradable a Dios todo lo que entraba a su sagrado espacio de vida.
Y, pues luego luego digamos, ya que Él todo lo compartía, todo lo regalaba a sus discípulos –ya lo sabemos desde el principio– “Amar a Dios”, amen a sus hermanos, ámense recíprocamente, el que a usted –escuchen la palabra, y voy a anunciar el Evangelio y al ratito ya estaba– ‹el que a ustedes escucha, a mí me escucha› “El Hijo del hombre juzgará a las doce tribus de Israel” ustedes también en su momento se sentarán en doce tribus para juzgar pues a las tribus de Israel ya a toda la humanidad.
Y así queridos hermanos, hoy démosle gracias porque nos participa su santidad, quiere decir que el sacerdote por donde ande, en lo que este, en donde este “santificar”. Hoy los responsables de las familias, de las comunidades pues, tienen mucho eso de: desordenar, conflictuar, hacer daño, abusar, ser indolentes y descuidados con sus comunidades, entonces, pidámosle hoy nosotros a Nuestro Señor, ser como Él, personas que van convocando, que van sanando, que van tranquilizando, que van alimentando, eso es santificar, eso es sacerdocio; por eso también cuando los cristianos piden el sacramento “sacro” del matrimonio pues, ellos reciben la luz, la capacidad de considerar sagrado a su esposo, su esposa, es una persona sagrada, se le debe tratar verdaderamente con toda la buena disposición y cuidado que se tratan las cosas santas.
Para ustedes y para mí es muy bueno hoy, recoger el primer texto que habla del sufrimiento, este sacerdote ya no permite, ya nunca dejara que alguien agarre a otro, sacrifique a otro para agradar a Dios, ¡nunca más!, “¡Aquí estoy! ¡Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre!” eres el plus infinito, inesperado del sacerdocio de Cristo, Él es la ofrenda, Él es el Cordero sacrificado, Él es la donación, la ofrenda preciosa para Dios. Por eso recuerden que en un momento solemne se inciensa al sacerdote, y en ocasiones alguien puede decir “Ay, a ese le gusta que le echen mucho humo” ¡No! siempre que se inciensa a un sacerdote es por su vinculación a la víctima que está sobre el altar.
Y bueno pasemos a este paso de la Carta a los Hebreos, lo de Dios debe estar en lo profundo de la mente, en lo íntimo de los corazones; todas las cosas de Dios así son, así se viven, a si se hacen, nada de embarraditas, nada de pantalla, ¡De corazón! El santo rey David adelantó esa actitud valiosa ante Dios, te gusta la asperdad en lo más sagrado, te gusta la sabiduría en lo más íntimo, allí está lo auténtico, lo que vale. Junto con ustedes, quiero pedir para mí y para ustedes esa gracia de vivir el sacerdocio de corazón, hacer las cosas, manifestar el servicio desde lo más profundo del alma
Hoy quiero comentar una cosa muy sencilla –no sé si este, viole yo algunas leyes, no sé, pero voy a decir– Gracias a Cristo, gracias a su vida, a su actitud, a su conducta, el cristianismo es la religión de la mesa; ya en estos días vimos cómo era la religión de la casa: en una casa llegó el anuncio, el regalo de la Encarnación, en la casita de Nazaret; en una casita de las montañas de Judea, el Espíritu se desbordo y lleno a Isabel, y lleno a la criatura, la hizo saltar de gozo en su seno, y lleno a Zacarías y lleno a María, en una casita se recoge deliciosamente al Espíritu Santo: en una casita de Caná, María resplandece como la Madre del Mesías y de la Iglesia, del pueblo, y Jesús manifestó su gloria y daba el vino nuevo; después Él dirá “ríos de agua viva brotarán del corazón, brotarán del vientre, del seno de los que crean”. En una casita los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo junto con María y proyectaron la fundación y la misión de la Iglesia.
Bueno, creo que eso nos quedó claro durante estos días pasados con Pentecostés en el centro, pero ahora Cristo sumo y Eterno Sacerdote –a ver ustedes y yo recojamos esto– ‹Llegó la hora de cenar y Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos y les dijo: “Cuanto he deseado comer con ustedes”›. Hermanos sacerdotes valoremos, aprendamos a usar la mesa; primero ya lo saben, todo es fuente, divino, sublime, espiritual en Cristo, el Altar; aprendamos a disfrutar, a tratar, a acercarnos: “Me acercare al altar de Dios” –había dicho el Salmista– “encontraré la alegría, encontraré mi verdadera juventud”. Hermanos sacerdotes, aprendamos, valoremos la mesa.
La lista es grandísima, nos entretendríamos muchísimo; cuantas cosas mesiánicas, salvíficas no realizó Jesús asombrosamente en la mesa: perdón de los pecados, donación de la gracia y del amor, de la amistad; en una mesa Jesús destrabó, Jesús resolvió, Jesús arreglo, Jesús puso su Catedra, una Catedra maravillosa; primero nosotros sigamos estimando la mesa, centro de la comunidad. Por eso en ocasiones yo he comentado ya en las letanías de los santos, no volvamos a hacer eso de que el presidente se giraba y se ponía hacia el retablo, nunca más ¡No!, el altar es el centro, el altar, o sea, no debe dársele la espalda jamás al altar; tener esa centralidad que, como decía san Pablo, bueno aquí se puede decir tan a gusto “y la roca era Cristo, y la mesa era Cristo, y el pan es Cristo, y la copa es la sangre, lleva la sangre de Cristo”.
Cuanto no espero el Salmista a que llegaran los tiempos en donde él podría –de verás– agradecer a Dios tantos beneficios, ¿Cómo le pagare al Señor tanto? ¡eh agarraré! el día que tenga una copa y declare triunfo, victoria, alegría, liberación; por eso en hebreo no es copa de salvación, en hebreo es cosh Jeshuotl, no es cosh Jeshua, cosh Jeshuotl –plural– copa de la que brotan muchas satisfacciones, muchos recuerdos, muchos reconocimientos, mucho que alabar y agradecer al preciosísimo Padre Dios. “Como quise” –fíjense– nunca dijo Cristo: como tenía ganas de ir al Jordán, como tenía ganas de ir al monte, como tenía ganas de ir a Jerusalén, como tenía ganas, simplemente decía “vamos a Jerusalén”, como, nunca dijo: ¡ay! me muero de ganas por estar en Galilea, me muero de ganas por ir por… ¡No!; la única vez que dijo formal, explicita, solemne “Quiero estar con ustedes a la mesa.”
Hermanos, desarrollemos la cultura, primero espiritual, teológica, litúrgica de disfrutar la Eucaristía, el altar; y luego llevémoslo como todo lo de Cristo, esto a la vida cotidiana; disfrutemos, sigamos aprendiendo, sigamos buscando estar a la mesa, tiene una magia sobre natural y salvífica gracias a Cristo, ahí sucede, ahí se dan cosas que nunca te imaginaste, sorpresas que no esperabas, y por eso volvamos a enseñarle al pueblo que coman en familia; el Papa Benedicto como nos insistió en el Encuentro Mundial de las Familias: “Coman, al menos el domingo en familia, no pierdan los momentos tan sublimes pero sencillos de la mesa, de estar en torno a la mesa”; ahí llega un momento en que de veras, nos sentimos, nos hacemos, Dios nos hace hermanos, cercanos, alegres, diferentes. Bueno, era lo que yo quería compartirles, muchas gracias mis queridos hermanos sacerdotes, porque ustedes serán artífices, porque ustedes serán apóstoles entre muchas tareas que tienen, ser apóstoles de la sagrada mesa de Cristo en la Iglesia y en la vida familiar y comunitaria. Amén.