Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

III Domingo de Pascua

 

18 de abril de 2021

 

“La paz, esté con ustedes”. Nuevamente mis queridas, mis queridos hermanos, Nuestro Señor llega a la comunidad apostólica, y les ofrece otra vez la paz; Nuestro Señor como siempre, una persona limpia, no rencorosa, libre, constructiva, y llena de luz, así es como hemos de recoger siempre el sagrado misterio de las escrituras y de la revelación, porque sigue habiendo muchas personas que piensan que nuestra fe descansa en alucinaciones, que nuestra fe son sueños, ‒ como dice hoy el texto ‒  e incluso fantasmas; opio; pongan la lista que quieran porque desgraciadamente así es.

 

Y es la razón por la que este domingo yo quisiera compartir con ustedes la fuerza de esta Palabra, ellos les contaron lo que les había pasado en el camino, y como Él, se les manifestó al partir el pan; todas estas cosas mis queridos hermanos son muy humanas, son reflejo de acontecimientos experiencias, y experiencias vitales, corporales, ya no decir históricas, ‹nosotros Íbamos caminando, nosotros estábamos sumidos en la tristeza, en la desilusión, y nosotros estábamos ya también experimentando la noche, nosotros, a una amargura y desilusión añadíamos otra más›, como sucede cuando hay una persona negativa dice algo feo, algo negativo y rápido no subimos, y rápido creemos que vamos a resolver o vamos ayudar a aquel hermano poniéndole o poniéndolos de su parte en tantas situaciones negativas, amargas que al final no llegan a la luz, no dan la luz.

 

En cambio aquí, Nuestro Divino Señor, todo lo contrario, camino con ellos, conversó con ellos, los escuchó, les tuvo paciencia, se dejó enganchar por ellos, incluso invitar; y luego el signo prodigioso, “partir el pan”, algo que la Iglesia hasta el día de hoy no ha perdido, el gozo, la costumbre, el regalo de saber y de reaprender a “partir el pan”, a compartir; que apenas te llegue algo a las manos y ya estés pensando en la felicidad, o en la necesidad del otro; eso significa la Eucaristía mis queridos hermanos, que apenas nos llega algo y ya estamos decodificándolo al estilo, en el esquema de Dios; lo estamos, todos estamos haciendo algo divino, como Jesús lo hacía siempre, y como nos enseñó también a nosotros.

 

Mis queridos hermanos, por eso digo ellos contaron, ellos escribieron, lo mismo que habían hecho Abraham, narrar experiencias ‹yo lo vi, yo lo recibí, yo lo escuché, yo platiqué con Dios›, Moisés contemplo a Dios en el monte, estuvo 40 días y 40 noches aprendiendo la sabiduría infinita para traer al pueblo los mejores caminos de la vida, las mejores actitudes y conductas; Elías, David, Cristo; Cristo, Él nos ha narrado, nos ha acercado, nos ha ofrecido, ha concretizado, ha hecho historia, el poder, la fuerza amorosa de Nuestro Señor.

 

Hoy pues, mis queridos hermanos, ustedes y yo, introduzcámonos en este misterio de vida, de acontecimiento, hoy también nosotros hagamos que muchas personas puedan descubrir y experimentar la fe a través de nuestros ojos, a través de nuestras manos, a través de nuestro propio rostro, a través de nuestros pies, a través de nuestras capacidades; y todo esto queda perfectamente ubicado en la mente, en el corazón de las personas como ha sucedido con todo lo de Dios, con todo ese misterio de revelación, de cercanía, de propuestas, de regalos, y porque no decirlo, de itinerario y de promesas que se nos han hecho.

 

 Cómo le interesaba al evangelista San Lucas, ciertamente a San Juan, a todos, demostrar que Cristo el que sufrió, el que fue rechazado, el que tuvo que enfrentar un juicio, el que fue a la cárcel, el que fue golpeado, el que fue crucificado, el que murió, el que fue sepultado, hoy está vivo; y está vivo corporalmente, desde su cuerpo, porque es en el cuerpo donde se expresan mejor, se viven y se dan los dones de Dios; y por eso al Evangelista San Lucas como de interesaba poner a Jesús en una situación muy concreta, con su cuerpo real; algunos escritores desde el siglo II empezaron a traducir la palabra fantasma, Cristo en realidad no usa esa palabra, no les dice miren, no soy un fantasma ¡No! Él dice “neuma”; Él en realidad lo que dijo fue ‹véanme, soy yo, propiamente, yo mismo, de deverás soy yo, no un espíritu›; y claro Marción y otros autores queriendo dar una interpretación, pusieron el término “fantasma” pero, no es ese el término que usó Jesús; diciendo ‹yo no soy solo espíritu, soy el Hombre encarnado, histórico, comunitario, que estuvo con ustedes; y aquí están mis llagas en las manos, aquí están mis heridas en los pies, y ustedes me pueden tocar, ustedes pueden comprobar›.

 

Pues queridos hermanos, hoy debemos darle gracias a Dios, porque la resurrección de Jesucristo es un acontecimiento profundo, revolucionario, es un acontecimiento que como necesitábamos, para que el amor no se pierda jamás; porque el amor se encarnó, se estableció, y se mostró y se muestra y se seguirá mostrando, desde todo nuestro cuerpo, con todo nuestro cuerpo, no podemos imaginar un amor satisfactorio sin los ojos, sin los oídos, sin las manos, sin el gusto, sin todo lo que nosotros somos y hemos experimentado que Dios nos regaló.

 

Mis queridos hermanos pues, la resurrección de Cristo significa que nadie nos quitará las necesidades inmortales, las necesidades sublimes, o los dones sublimes que Dios nos ha concedido en Jesucristo, como son estas: nunca el ser humano en Cristo, perderá las ganas de tener fuerzas, las ganas de caminar, las ganas de convivir; la resurrección significa que nosotros nunca perderemos la capacidad de recomenzar, de reconstruir, de construir con los demás, nunca perderemos el gozo de buscar, la ilusión de ir y tocar, la necesidad de hacer felices a los demás, de ir por ellos, de tener que ofrecerles algo, de aumentar su alegría, si es que se perdió o disminuyó; el ser humano gracias a Jesucristo, nunca perderá la capacidad de valorar la armonía, de valorar la paz, de levantar a otros, de no dejar que personas conocidas o amadas, queden sumidas en la derrota, en los fracasos; eso significa en la resurrección, que el ser humano no sea un desastre, que ninguna persona haya quedado marginada, totalmente desecha, desbaratada, que todos seamos útiles por siempre, que todos seamos felices por siempre, en Dios, gracias a Dios, en Cristo, al estilo de Cristo, al estilo de lo divino, qué es inmortal. Así sea.