Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

Pronunciada con motivo de las Ordenaciones Sacerdotales en la Catedral de Texcoco

 

22 de octubre de 2020

 

Queridos hermanos, con estas palabras tan sencillas, “Simón, -de Juan- ¿me amas más que estos?” “Sí Señor, tú sabes que te quiero”, podemos decir, concluye la etapa terrena del peregrinar hermosísimo de Cristo; el sujeto es el Apóstol, la Iglesia, el tema, es el amor.

 

Estamos hablando de un sitio precioso que es el lago de Tiberíades ‒Kinéret‒ como le llaman los judíos, que significa “cítara”, porque ellos lo comparaban a la cítara del Rey David, y los cristianos decimos que ese mar tiene forma de corazón, y que se alimenta de las montañas, que se alimenta de los ríos, y que tiene también el sabor de la tierra de Galilea; fueron  los lugares donde Cristo escogió a sus Apóstoles, según los relatos evangélicos: en el monte, en el lago y en el río; significando que el discipulado tiene que ser tan sólido y tan elevado como la montaña, y que el discipulado tiene que ser tan versátil y hermoso como el río, que si encuentra tropiezos, los refresca, los besa y acaricia y se va; así serán los discípulos de Jesús, y por eso el ultimo diálogo de nuestro Divino Señor quiso ser en ese contexto tan bello de historia y, pues también de significado. Se trata de un encuentro entre Jesús y la Iglesia representada por Pedro.

 

No sé si me permitan queridos hermanos, después de haber dado esa ubicación tan bella, que esto sucedió a las orillas del lago, y que esto sucedió también en cierta manera, en la última etapa de Jesús en relación con una mujer en el sepulcro en Jerusalén, pero san Juan dice, así como aquí dice, que es el lago, allá dice que es el “jardín”, en hebreo muchas veces significó también “el paraíso”. Bueno, quiero decirles que la historia humana comienza con un encuentro muy doloroso en el paraíso, – es el maligno y la mujer – y la hizo caer; el primer encuentro del hombre nuevo, santo, divino, “Jesús”; el primer encuentro así, estrujante fue –no en el jardín, no en el lago–  en el desierto de Judea con el demonio, allí el demonio, si recordamos le hace tres propuestas a Jesús, tres tentaciones –decimos nosotros– dialoga con el, pero es un dialogo grotesco, absurdo; imagínense pedirle al Hijo de Dios que nos dé a comer piedras “que estas piedras se conviertan en pan”; cuando se imaginó el demonio que Jesús no nos iba a alimentar de piedras, nos iba a alimentar con su Sagrado Cuerpo y que nos iba a refrescar con su sangre, y a purificar con su sangre preciosa “que estas piedras se conviertan en pan”. Y de hecho así sigue la historia, tratando de alimentar a la humanidad con piedras: llámese cantera, llámese mármol, llámense esmeraldas, llámese granito, llámense diamantes, pero son piedras.

 

Le hace otra  propuesta irresponsable «tírate, arrójate, sé un hombre sin conciencia, se un superficial, se un frívolo» lo veremos ahorita en el dialogo de Jesús con Pedro, que distinto el proyecto, la estructura intima de Jesús para nosotros, nada de andar haciendo espectáculos «tírate, aviéntate, no pasa nada», exhibicionismo. Y la tercera, puro poder, poseer, poseer, que te adueñes conmigo de los reinos del mundo, que seas un hombre glorioso, que seas famoso. Vemos en cambo pues mis queridos hermanos, así ya nos podemos acercar con mucha sencillez a las propuestas de nuestro Divino Señor «el amor»; y ese amor que Jesús fue construyendo, parte de un apóstol que primero fue muy humilde, el primer encuentro de Pedro con Jesús fue de rodillas.

 

 

Queridos Vladimir, Víctor, Rubén, ustedes ya han ingresado a la Iglesia con un espíritu de humildad, han tenido momentos muy humildes, han tenido momentos de oración, han tenido momentos de humildad. Hoy por ejemplo, se van a postrar no solo como Pedro que entro al servicio, a la relación con Cristo de rodillas, que se arrodilló y le dijo: ”Apártate de mí Señor, porque yo soy un hombre pecador”, ustedes sigan teniendo esa capacidad de ingreso con nuestro Divino Señor, esa capacidad de ingreso al servicio, a la iglesia; ojala ustedes al llegar a sus parroquias, siempre que vayan a servir en la intimidad se arrodillen para venerar ‒ adorar al Señor, y venerar a la Iglesia, que entren como Pedro de rodillas, como hoy entran postrados para servir en esa humildad a la Iglesia.

 

Pedro de lo humilde pasó a ser el “Hombre de la Fe” « ¡Tú eres el Hijo de Dios!, ¡Tú eres el Mesías!, todo lo tuyo es de Dios, lo que Tú traigas, lo que Tú digas es divino, nosotros en ti veremos siempre a Dios, Tú eres el Mesías, el prometido de Dios para nosotros, y eres  su Hijo». Y ahora termina con  el amor: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Me impresiona siempre y ustedes también, sin duda lo han disfrutado, como Nuestro Señor usa el término αγαπάς,  
με αγαπάς, ¿me amas?, o sea, ¿me vas a dar un amor limpio, profundo, perfecto?, y Pedro le dice: Señor, nunca voy a llegar al αγαπάς, “yo te amaré con un amor chiquito”, y Nuestro señor le insiste: με αγαπάς y Pedro le dice: “no Señor, te quiero”. Jesús tiene la nobleza de bajarse al nivel de Pedro y le dice bueno, ¿ese amor chiquito que me dices tenerme, lo conservarás?, “Tú lo sabes todo”, “si, Tú lo sabes y serás mi testigo, serás quien presida mis actos de amor”.

 

Nuestro Señor pues, mis queridos hermanos, retoma lo que es la esencia de Israel, recuerden que Israel comienza su existir de fe con el “Acuérdate Israel, a ese único Dios que tienes, lo amarás por sobre todo, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser y con lo que te llegue a surgir en tu alma, en tu existir”; se refiere mis queridos hermanos: Rubén Vladimir Víctor, se refiere – y que bonito que ustedes lo van a tener – se refiere a que a Dios se le amó ayer, se le ama hoy, se le amará mañana, se le amara siempre, y después, más. Ese es el panorama que se presenta para ustedes el día de hoy y que ya han ido cultivando.

 

Quiero también comentarles, que sabio ha sido Dios, que firme, que seguro es el mismo, decían los patriarcas, los profetas: Adónai “tú eres siempre el mismo, tú no cambias, eres fiel; y el autor de la Carta a los Hebreos no permitió que la Iglesia se quedara sin ese sabor divino de Cristo, Cristo es el mismo ayer, hoy, mañana, siempre; porque el que no ama, no tiene nada que hacer, el que no ama no tiene nada que ofrecer, el que no ama y sale a caminar por la vida, sale a hacer mucho daño, solo el amor es la luz preciosa de la vida, de la conducta, de las actitudes, quitemos el amor y nos hundimos, y como dañamos a los demás; amar personalmente, de corazón, aquí es de corazón a corazón, Pedro y Jesús, la Magdalena y el Rabuní, con lealtad, con creatividad, con audacia, con insistencia, totalmente, dignamente, a toda hora, con alegría; ese es el proyecto de Iglesia más bello que nosotros podemos recoger y seguir construyendo en medio de nuestra Diócesis.

 

Me asomo un poquito a lo que el Señor termina diciéndole a Pedro, “bosque”: no lleves al desierto, lleva al bosque, lleva a los pastizales ‒ a los lugares donde haya comida rica ‒ a mis ovejas, donde haya aguas frescas, les das agua limpia, aguas tranquilas, les das una casa, les da una mesa, les haces un clima agradable, perfume, les das de comer, no se te olvide la copa “¿Cómo le pagaré al Señor? –había dicho Israel– todo el bien que me ha…” el día que tenga una copa y la pueda levantar y decir: soy feliz, lo tengo todo gracias a mi Divino Señor, ahora será su sangre preciosa.

 

Pues queridos hermanos aquí está el proyecto de vida, aquí está la encomienda que nuestro Señor les hace a ustedes, a mí, a todos, Nuestro Señor Jesucristo y nosotros hoy como iglesia recogemos este diálogo, recogemos esta vinculación profunda, cierta, con nuestro Señor Jesucristo en Pedro, en su Iglesia, y nos preparamos para que el amor nos ayude a ser alimento, nos ayude a ser reposo, aguas tranquilas, frescura, camino seguro, no tinieblas, no miedo, sino bondad y fidelidad, como es lo que debe haber siempre en la casa del Señor “Con este Pastor, yo podré vivir por siempre en su casa”. Así sea.