Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

Clausura del Santo Jubileo en la Catedral de Texcoco

4 de enero de 2021

 

“Conviértanse y crean en el Evangelio”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, el día de hoy en nuestra santa Iglesia Catedral, clausuramos el Santo Jubileo Eucarístico, escuchando La Palabra y presentando el Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo a Dios nuestro Padre, en agradecimiento por caminar con nosotros, por visitarnos a nosotros; es de las expresiones más bellas del Evangelio “Dios ha visitado a su pueblo”, Dios ha venido a esta tierra de oscuridad, de tinieblas, de muchas equivocaciones, de muchas frustraciones y de muchas maldades.

 

Y dice el texto del Santo Evangelio: “Apareció sobre esas tierras una gran luz”, hermanos volvamos a disfrutar de esta manera la persona de Cristo, “una gran luz”, a donde llega Cristo llega Dios, como mil cosas, pero bueno hoy el texto dice “como una gran luz”. Ustedes saben que en la oscuridad pasan muchas cosas feas, aparecen muchos peligros, no se mide, no se dimensiona el mal, estamos a merced, por ejemplo, si caminamos o corremos de un tropezón o de un resbalón, o de otras cosas; la luz nos da mucha paz, la luz nos da seguridad, la luz nos cuida, nos defiende, la luz suscita en nosotros entusiasmo, alegría, a ver simplemente la hermosura del paisaje. Gracias a la luz podemos diferenciar tantas cosas, apreciar hasta el vuelo de una mariposa, o la presencia de una o de muchas flores,  del pasto verde, etc. y así pasa con el alma.

 

Qué bueno que Jesucristo luz, una gran luz para el ser humano, lo primero que hizo fue iluminar el alma, iluminar nuestras mentalidades, nuestras actitudes, nuestros sentimientos, y por eso dice «pongan un nivel más alto para  su mente,  para sus pensamientos», y eso se logra cambiando, con la gracia de Dios, con la apertura a Dios, pero, ¡cuidado!, su mente esta entenebrecida, sus pensamientos, sus actitudes están mal; estamos haciendo muchas cosas malas, tenemos orientaciones torcidas o equivocadas, ¡vean más allá! reciban de Dios la capacidad de mirar a lo lejos, y de mirar correctamente ¡cambien!; en otras palabras también se dice: “conviértanse, giren” no le hace que des un golpe de timón, ¡conviértanse, arrepiéntanse!

 

Es muy bonito queridos hermanos, cuando nosotros en la vida cotidiana escuchamos esta palabra de Jesús, porque entonces nos disponemos a ser mejores, nos disponemos a pensar mejor, más bien, nos disponemos a sentir, a tener buenos sentimientos en el desarrollo de nuestras actividades ¡Conviértanse y serán felices!

 

Después, aquí mismo en el Santo Evangelio, nos dice como Jesús en verdad está iluminando, está dando felicidad a los hombres, cuando aparece que Él curaba toda dolencia, toda enfermedad, toda perturbación, y por eso se detenía frente a los epilépticos; este término en griego es, los que son como lunáticos que ahorita están bien y, ya de repente ya, están en cuarto menguante, cuarto creciente, a veces luna llena y, no marea alta, marea baja, verdad; un poquito es la imagen de ciertas enfermedades; hoy se define  de muchas maneras, hoy existen personas que hasta, casi presumen de ser bipolares “es que soy bipolar” bueno yo soy bipolar, hoy estoy de buenas, verdad, u hoy estoy de malas porque soy bipolar. Bueno poseídos, dependientes, los demonios los mandaban, otro espíritu los conducía y bueno paralíticos, ciegos, cojos, a todos Cristo los fue sanando.

 

Que quiere decir con esto, lo primero que le interesaba a Cristo era la persona por dentro, por fuera: salud interior, buenos sentimientos, buenas palabras, buenas actitudes, buenas decisiones, y luego que también el cuerpo: mirara correctamente, que el cuerpo tuviera la fuerza necesaria, que el cuerpo se condujera pues, en una forma digna, que ningún miembro estuviera distorsionado, herido, sus ojos; fíjense como Cristo recorre los ojos, al tocar los ojos de los ciegos, toca los oídos de los sordos, toca la boquita, los labios, la lengua de los mudos, tartamudos, quiere que hablemos bien, que nos comuniquemos satisfactoriamente, y luego los que tenían sus manitas pues, secas o malas, los que tenían sus piececitos paralizados, pues que caminen, que se valgan por sí mismos; y luego los que se avergonzaban por su piel, por su lepra y así…

 

Fíjense como Cristo fue tocando, reconstruyendo, haciendo útil y bello el cuerpo de todos los que encontraba en su camino, por eso adoramos su cuerpo, porque Él amo primero nuestro cuerpo; porque Él se preocupó de todo lo que es nuestra identidad humana, que es espíritu, alma y cuerpo, nuestros cuerpos bien, bien hechos; incluso fíjense, en que termina todo el trayecto cristiano, termina en la resurrección de los muertos ¿qué significa la resurrección? que si ya moriste, que si ya quedaste inutilizado de ojos, de oídos, de manos, de pies, viene el poder del Espíritu de Cristo y te resucita, vuelve a dar vitalidad ─bueno─  hermosura a tú cuerpo, y una hermosura tan grande que será eterna, y una hermosura tan digna, que podrás estar en la presencia de Dios, y una hermosura tan alta que ya tu habitación no será contingente, fracturada como la tierra, sino el cielo.

 

Hacia allá vamos queridos hermanos, en nuestro encuentro con Cristo, así termina nuestra, así culmina nuestra fe y, eso es lo que en la Sagrada Eucaristía nosotros apreciamos, el sagrado cuerpo, bello, perfecto, intachable, de Cristo que, nos recogerá, compartirá, nos infundirá su misma naturaleza, esencia, vocación y destino. Adorar el cuerpo de Cristo es preparar el momento en que nuestros cuerpos también sean pues, adorables, divinos, divinizados por la tarea, por la misión que Él desempeño en la tierra.

 

Hermanas, hermanos, hagámonos eucarísticos, valoremos, respetemos la Sagrada Eucaristía, hagamos que la Eucaristía sea la gran maestra y la gran escuela del alma, de  nuestra vida, ahí  vemos por ejemplo, esto que es central “Tengan, tomen, esto es mi cuerpo que se entrega” ahí esta una palabra clave, para que tú veas si tu cuerpo camina hacia la vida, y resurrección de Jesús “Mi cuerpo que se entrega, mi sangre se derrama” actitud noble, generosa, estar dispuesto a servir apropiadamente a los demás. Que ese sea el espíritu de nuestra Diócesis, desde este centro tan bello que se llama “nuestra Catedral” donde se inspira la vida cristiana a cada momento.

 

Gracias mi querido padre Valentín, por haber dado mucha importancia siempre al Santo Jubileo de la Catedral, y desde ahí arrancar hacia esa educación cristiana tan bella, del amor total, profundo, de la caridad en la eucaristía. Así sea.