No tengan miedo, pequeñito rebaño mío. Su Padre ha querido darles el reino.

Todo el Evangelio siempre será una luz y una enseñanza infinita, muy actual, oportuna para nosotros. Vean que hoy toda la Iglesia escucha estas palabras del Señor, en donde aparece el concepto, el deseo, el gusto de Jesús en relación a su Iglesia, «rebañito, pequeño rebañito». No grandezas, no estructuras, no administraciones; intimidad, relación muy sencilla, familiaridad; no grandezas ni ambiciones, pues, la modestia que se ha vivido siempre en el mundo de los rebaños y de los pastores.

Yo quiero recoger esta palabra del Señor para no andar con ilusiones, ambiciones. Bueno, con ilusiones , sí, con ambiciones, no; en donde se nos olvide que somos un rebañito, y pequeño, y modesto, en donde el Padre Dios y hay un hermano, tan cerca, tan nuestro como el Mesías, como Jesús. Y esa ambientación nos lleva a esta especie de decálogo que nuestro Señor, hoy nos ha ofrecido.

Es tan rica la Palabra, ustedes lo saben, lo han experimentado siempre; cómo nos rebasa infinitamente la enseñanza del Señor. Primero, «no tengan miedo». Hoy muchos cristianos tenemos miedo de que nos apabullen, que nos arrase esa tendencia mundanizante, tecnológica que nos dejará tal vez muy lejos de lo que son las expectativas de grandeza del mundo. No tengan miedo, el reino les pertenece, ustedes pertenecen a Dios Padre, no hay cosa más deliciosa que pertenecer, y no hay cosa más triste, como eso que decía desde el Génesis nuestro Señor, qué feo que el hombre esté solo, yo no quiero que el hombre esté solo. Tal vez el primer mandamiento junto con «coman» pueden comer, coman de todos los árboles del jardín, menos de ese que tiene el conocimiento del bien y del mal, porque ustedes ni se imaginan hasta dónde llega el mal cuando lo cometemos, y también, ni idea tienen de la grandeza del bien cuando nosotros hacemos obras buenas.

Por lo tanto, sigamos con esta invitación del Señor, a medida que estemos unidos al Padre Dios y a su Hijo, no tendremos complejos, no tendremos tantos miedos y no tendremos ambiciones; incluso dice: «vendan», porque al vender, al despojarse y al desprenderse, ustedes se asemejan a Dios, se asemejan a su Hijo que se ha despredido, claro, nos pidió desprendernos, primero de nosotros mismos: «niéguense a sí mismos». Luego también desprenderse de las personas: no adueñarnos, no invadir, no abusar jamás de las personas. Por eso en la Iglesia es muy bonita la castidad, porque la castidad significa honrar el sagrado cuerpo de Cristo. Cómo se han querido dar explicaciones psicológicas o históricas; la Iglesia ama la castidad porque ama el cuerpo de Cristo, porque el creyente que se enamoró de Jesús quiere identificarse en cuerpo y alma con nuestro divino Señor, y no andar buscando a qué horas te adueñas, a qué horas disfrutas de otra persona y muchas veces a costa de la justicia, a costa del respeto que las personas se merecen.

Por eso ustedes despréndanse y den limosna. Ustedes saben que hoy está desprestigiadísima la limosna. No queremos dar limosna, se nos figura que es una cosa que ya no funciona, lo que funcionan son las ONG, que son instituciones en donde todo se hace según los protocolos y según la soberbia humana. Nosotros en cambio estamos llamados a dar limosna, a conservar la relación como un rebañito al estilo de Cristo con nuestros hermanos pequeñitos, con nuestros hermanos que no han tenido las oportunidades que nosotros tenemos, o los recursos que nosotros llevamos. Den limosna, eso es una certeza de que el cielo está al pendiente de ustedes, acumulen en el cielo, y fíjense, se librarán de ladrones, de polilla y de pérdidas irreparables. Den limosna, piensen en que su tesoro es Mesías, su tesoro es Dios, su tesoro es el reino, su tesoro es el cielo; allá ustedes estarán perfectamente a salvo y enriquecidos inconmensurablemente.

También, nuestro Señor nos invita algo muy bello, acuérdense que hoy existen muchos estupefacientes, muchas dependencias, y los que las tenemos andamos como tontitos, como dormidos, como perdidos, como en la nube o en el suelo, arrastrándonos, y fíjense como nuestro Señor: ¡estén listos, chispa, amables, sonrientes; listos para compartir, para pensar, para descubrir, para valorar a sus hermanos! ¡Estén listos, no anden atolondrados, no anden como personitas totalmente destrozadas. No, ustedes tienen chispa, listos, ¡bien preparados, bien hechecitos, bien plantados! y, por lo tanto, pensando en su Señor. Puede llegar, puede tocar y tú le podrás abrir. Que tan pronto cuando sepas que llega, ya estás esperándolo, cuando toque ya estás abriéndole, y esa será una felicidad inmensa. Así ustedes serán buenos administradores, también este es un mandato que hoy nos hace nuestro Señor, todos somos administradores, tal vez alguien tenga un denario, otro dos, otro tres, otro 5, otro 10, pero todos y a cada rato tenemos que estar administrando los dones de Dios, los talentos del Señor y debemos pensar incluso en ser oportunos, a su tiempo. Ya desde los Salmos David había descubierto que Dios da a todas sus creaturas el alimento a su tiempo. Un cristiano hace las cosas a su tiempo, al momento, cuando se debe, cuando se necesita. ¿cuantas veces va sucediendo que las personas se dedicaron a otras cosas, a otros intereses a otras ambiciones, y sus hijos ya se fueron, las personas ya no están, y ellos quedaron hundidos en la soledad.

Por eso, todo a tiempo, quien va haciendo las cosas a tiempo, las va haciendo según Dios. Y luego también sigue insistiendo en ese estar listos, estar preparados; pórtense con mucha prudencia, con mucha lealtad con mucha bondad con mucha generosidad, y cumplan su deber sin maltratar, no maltraten a los demás: como esos servidores malos que solo se ponen a comer, a beber a embriagarse y hasta a ofender y sin duda descuidar sus semejantes. Cumplan con su deber. Imagínense todo el bien que nos hace estar siempre bajo esta disciplina preciosa del evangelio y bajo esa productividad tan bella que es de Dios, de Dios creador, el Dios Salvador, el Dios enriquecedor, si nosotros le aprendemos otro será el espacio y el ambiente que se vive en nuestro mundo. Al final dice y acuérdense, mucho se les ha dado, tienen que dar buenas cuentas. AL que mucho se le dio, mucho se le exigirá. Al que mucho se le confió mucho se le exigirá.

Bueno, mis queridos hermanos, hoy con este evangelio se renueva nuestro corazón, y le pedimos a Jesús que él dé seguimiento a todo eso que renueva, a todo que redescubre en nosotros y ante todo lo que él nos regala, él siempre nos regala aquello a lo que nos invita, él siempre nos da aquello que nos exigirá. Tengamos mucha confianza, no tengamos miedo en ser discípulos entusiastas, emocionados de Jesucristo nuestro Señor. Así sea.