Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“El Reino de los cielos es semejante, a una buena semilla que sembró el amo en sus campos”.
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, hoy la Iglesia se asoma a una realidad pues, inmediata, habitual ‒podríamos decir‒ y es, que Dios siempre ofrece, tiene, da el bien; nos regaló su Hijo, es el Don, el Espíritu, el Espíritu de Jesús es el Don más alto que se puede imaginar y recibir, nos dio a su Hijo; cuántas veces Él dijo, y a Él se le llamó: “El Buen Pastor” o el Pastor de calidad; bueno hoy, el Maestro bueno por ejemplo, hoy, “El Buen Sembrador”, “La Buena Semilla”.
Y vemos como en torno a esa obra de Dios, en torno al mismo Señor, el enemigo; esta es una realidad fuerte, fea ‒estoy seguro‒ así como Dios es tan grande, tan bueno, tan noble, tan humilde, nadie ha tenido tantos enemigos como Dios; si alguien ha sido despreciado, cuestionado, rechazado, hecho a un lado, burlado, ofendido, hasta la fecha es nuestro Dios; el ejército de incrédulos, el ejército de personas contra Dios es infinita, es infinito, y pasa lo mismo con Cristo;
Cristo Nuestro Señor, el Maestro bueno, el Médico, el amigo, el sabio, el Cordero sufriente, inocente, que no tuvo engaño, jamás engañó ni abusó de nadie, cuántos enemigos, ¡puños! a puños, muchísimos enemigos, a toda hora, quienes lo rebatían, quienes lo espiaban, quienes le quería meter zancadilla, quienes lo empujaban, quiénes lo difamaban; la Iglesia Católica igual, y todos los cristianos también, cuando menos lo esperen y donde menos se imaginan, muchos enemigos.
Pero bueno queridos hermanos, hoy en esta Parábola, también a nosotros se nos da la certeza de que el Señor sigue siendo el dueño, el admirable creador, constructor de todo lo bueno; no se diga de las personas, del ser humano, no se diga de los creyentes; ‘todos los creyentes en Cristo, por más que sean ofendidos, rechazados, ensuciados, por más que caigamos, por más que parezca que fracasamos, tenemos una mirada amorosa, poderosa, providencial, que nos sacará adelante, y se llama el Reino de Dios′; para que todos tengamos mucha paz, el mal será atado, será tirado, echado fuera y quemado, desaparecerá, en el momento en que Nuestro Señor así lo decida.
Y también queridos hermanos, aparece hoy la Parábola del Granito de Mostaza, aparece la Parábola de la Levadura, que en pocas palabras es Nuestro Señor; El Padre Celestial, Cristo, es muy humilde, modesto; Dios ha apostado por la pequeñez, Él mismo se ha mostrado pequeño, discreto; teniendo tanto poder y majestad Nuestro Señor ‘pequeñito′; El Mesías, desde que los Patriarcas lo anunciaron, sería como una gotita de rocío; el rocío es el agua en su mínima expresión, pero esa gotita de rocío cae ‒incluso en el desierto‒ produce, da mucho fruto, y al final esa misma gotita de rocío, con el poder redentor de la presencia del Mesías, de Cristo, se convierte en ¡ríos de agua viva!; y gracias a Cristo, cuánta agua no ha purificado los cuerpos, los corazones de los creyentes en Cristo, que es incontable la cantidad de agua que se ha usado en Cristo, para el bautizo, en la Iglesia todavía como los cristianos piden el agua bendita, porque es repetir, actualizar la riqueza del bautismo que gracias al Espíritu de Cristo nos ha bañado y nos ha enseñado a ser limpios, a no ser sucios, y que nos ha dado una luz para no ser tenebrosos, y que pues siempre nos da la Gracia de Dios.
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, que ustedes y yo, no le tengamos miedo a la discreción, a la pequeñez, que no le tengamos miedo a la humildad, que no le tengamos miedo pues, ni al rechazo, ni al olvido, ni al desprecio, sino que nosotros en el corazón, guardemos la hermosura, la fuerza de la semilla, esa semilla se llama Jesús, El Cristo, El Hijo de Dios, que desde su pequeñez y sufrimiento ha resucitado, y lleno de gloria y majestad a nosotros nos compartirá su propia experiencia, y su propio Don. Así sea.