Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
En el inicio del Ciclo Académico 2022 – 2023 en los Seminarios
22 de agosto de 2022
“Gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor, porque ustedes están reunidos en el nombre de Dios, nuestro Padre, y en el de Jesucristo el Señor”. Que deliciosas son las palabras con que el Apóstol San Pablo nos ayuda a abrir, inaugurar una etapa muy bonita en nuestras Iglesias, en nuestra Diócesis de Texcoco, al recibir a los jóvenes que han sido llamados para el Ministerio Sacerdotal. Que nuestro Seminario de lo primero que se note sea “la gracia”.
Gracia significa lo que es agradable a Dios; también entre nosotros, porque hay muchas cosas y se multiplican las cosas desagradables, incluso en las instituciones educativas, honestamente hoy dan mucho que desear, son espacios desagradables, espacios abusivos, espacios chuecos espacios ambiciosos dónde lo que se busca es el lucro, se lucra con la ignorancia o con la supuesta educación que ofrece.
Nuestro Seminario en cambio, está llamado a ser un lugar de “gracia”, donde siempre resplandezca lo gratuito; yo estoy seguro que ustedes por ejemplo queridos jóvenes, reconocen que la oferta de la Iglesia de Teotihuacán, de Chalco, de Texcoco, del país, pues tiene un toque muy bello de generosidad; nunca ‒por ejemplo a mí‒ a ver voy a hablar de mí, a mi durante mi camino y recorrido seminarístico, nunca se me pidió lo que en realidad cuesta la formación de un seminarista o de una persona con, pues esos niveles universitarios académicos tan altos que se tienen; Bendito sea Dios, tengo que reconocer y agradecer, y lo hago a hoy que mi Diócesis me regalo con mucha nobleza, calladita, todo lo que yo pude aprender, vivir, experimentar y disfrutar en mi Seminario.
Y estoy seguro que eso mismo pasa con ustedes, que tengan ese sentido gozoso de decir: el llamado me integra a un espacio de gratuidad, de gracia, y por lo tanto yo tengo que hacer que este espacio sea agradable; ustedes se lleguen queridas y queridos hermanos, lleguen con la convicción de que ustedes van a dar una respuesta agradable, decir generoso sería poco, ¡no! “agradable”, o sea buscan siempre un plus en su formación, no se limiten a lo poquito que a veces nos pide, sino dar más; que esto sea gozosamente agradable.
Por eso recojamos el saludo del Apóstol San Pablo, junto con su equipo de servicio pastoral y misionero: Silvano, Timoteo, Tito que, cómo le ayudaron al Apóstol San Pablo, más adelante también Juan Marcos formará parte de esos colaboradores de Pablo en primera línea. “Gracia, Paz”. Un Seminario nunca podrá ser un lugar problemático, conflictivo; que ninguno de ustedes venga a traer conflictos, que ninguno de ustedes piense que con los conflictos, cometiendo conflictos se van a resolver las cosas; “Gracia y Paz”, caracterizan el camino de formación en un Seminario.
Y luego dice el apóstol San Pablo que eso trae “progreso”, porque está ahí, se invoca, ‒ya eso está, a eso hemos venido, en eso estamos‒ se invoca el nombre del Señor, venimos a invocar ante todo el poder infinito del Padre, de Dios nuestro Padre, en su nombre vamos a hacer esta obra, vamos a abrir los Seminarios, y en el Espíritu, en el toque precioso del Mesías y de Jesucristo nuestro Divino Señor. Luego luego, dice el apóstol San Pablo “y van a prosperar”, así se próspera, así se aprende, así se entienden muchas cosas, así se pueden asimilar, así nosotros podemos de la verdad infinita pasar a la sabiduría suprema de Dios nuestro Padre.
Y el apóstol dice: “para esto hagamos oración”; sé que nuestros Seminarios recuperarán el gozo, o intensificarán el gozo de la vida espiritual, el gozo del encuentro con Dios, del diálogo con Él, de la escucha de su Palabra de su Mesías; y que en los Seminarios la oración y la vida espiritual vienen a ser el piso, el piso, el que nos desenvolvamos para que así ‒dice el apóstol‒ se cumplan nuestros buenos propósitos. Si hay algo que hoy valora y tiene la Iglesia, es la recta intención, aquí nos han traducido: buenos propósitos; no vamos a traer motivaciones chuecas, motivaciones ambiciosas, motivaciones convenencieras, ′buenos propósitos′, son los que hacen a la Iglesia Esposa de Cristo, y también a los Seminarios los identifica con esa esposa amadísima de nuestro Señor Jesucristo.
Y termina el Apóstol este parrafito, de su Carta Segunda, a los Tesalonicenses, diciendo: ”Ustedes experimentarán la gloria de Dios, y ustedes glorificarán a Cristo” ustedes harán una prueba de que el Sagrado Ministerio de Jesús, el tesoro que nos trajo, es glorioso y nos glorifica, ‒y dice‒ y Él a su vez, a ustedes los glorificara. Que nunca en la boca, en la mente, de nuestras Diócesis exista el comentario amargo, de que en un Seminario ‒por decir‒ no hay fe, no hay comunión, no hay fraternidad, no hay espíritu de sacrificio, no hay solidaridad, que en un Seminario no hay rectitud, no hay buenas costumbres, buenas actitudes, ¡no! “glorioso”, todo como Jesús, admirable, satisfactorio.
Y, bueno por eso ya cierro este compartir homilético con ustedes, asomándome al Evangelio, poniéndome yo al frente de esto que el Señor llegó a decir; hay muchas personas, tal vez yo mismo, que comenten sobre el párrafo que hoy se proclamó “Hay de ustedes escribas y fariseos hipócritas”, por decir, cómo me gustaría que el Señor no hubiera dicho esto, no hubiera hablado así; pero bueno Él es el Señor, es libre, es hermoso, y aquí ciertamente la Iglesia, saca una enseñanza preciosa: Qué en la iglesia no exista la falsedad, que no seamos embusteros, que no digamos una cosa y hagamos otra, que no queramos relacionarnos y convencer a los demás con saliva.
Hoy, hay personas que dirigen a los pueblos no solo con saliva sino, con gargajos; que nosotros no queremos hacer ni de nuestra vida, ni de la vida de los demás algún falso, porque así no se manifiesta la Gloria, el poder de Dios; nuestro amor, nuestra vida, nuestro trato, todo auténticos; yo quiero suplicar lo primero para mí, y sé que también ustedes en su corazón así lo piden esta tarde a nuestro Señor, que nos libre de toda falsedad que nos libre de toda cuestión torcida, ventajosa, engañosa, que nos dé el don de la divina simplicidad. Así sea.