Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“Yo soy la luz del mundo”.
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, como es apropiado el mensaje de hoy, que recibe toda la Iglesia a lo largo y ancho de todo el mundo; Cristo, que se revela con todo el poder divino de Dios, que así como al principio de la creación lo primero que nos regaló, fue la luz; gracias a la luz se desencadena toda una actividad y todo un dinamismo profundo, porque se puede trabajar, porque se toma mucha seguridad; la luz nos da mucha confianza, mucha seguridad; la oscuridad no, la noche no, las tinieblas son un gran peligro, ha habido muertes, ha habido accidentes muy graves y bastantes, por la oscuridad.
Hoy en el mundo, un comentario que se escucha tanto es: que hacemos las cosas tenebrosamente, hay mucha tenebrosidad, hay muchas cosas hechas en la oscuridad, hay muchas actividades que no generan confianza, y por desgracia puede haber personas tenebrosas; y es un poco como las bestias, como la víbora, no te puedes defender, no sabes dónde está, como está, qué quiere, que esta maquinando, y por eso es un área que hoy nosotros, debemos tener como muy clara: Los cristianos hemos nacido de la luz, los cristianos hemos tenido el privilegio de ser engendrados nuevamente por Jesús; así como el Padre Celestial al principio de la historia nos regaló la luz cósmica, la luz del universo, así ahora Jesús ha venido a iluminar los corazones, el interior de las personas, ha venido iluminar nuestra conciencia; Jesucristo ilumina nuestros deseos, nuestras decisiones, nuestro trato; Jesucristo lleno de luz todo nuestro ser y quehacer.
Decía San Agustín: ‘al final, todos los que hemos nacido de Adán, hemos nacido ciegos, pero gracias a Cristo te tenemos la luz de la vida′; por eso, este acontecimiento de haber curado a un ciego de nacimiento, ‒y todos lo dijeron‒ ‘¡jamás, jamás! se había oído decir, que un hombre ciego de nacimiento pudiera ver′ ¡nadie!, ningún instrumental humano puede dar la vista a un ciego de nacimiento, y gracias a Dios ‒repito‒ Jesucristo ha traído ese poder, ese gusto apasionado, por llenarnos de luz, e incluso si en un primer momento él dijo: ‘“Yo soy la Luz del Mundo” y el que se viene conmigo no camina a ciegas, sino que tiene la luz de la vida′. Jesucristo, no solo Él es la Luz de la Vida, a sus discípulos los ha convertido en personas de luz. Un buen cristiano, es una persona radiante, alegre, hace alegres a los demás, camina con mucha paz y con mucha confianza, y puede dar paz, y genera confianza por donde quiera que se desplace.
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, hoy que nosotros tenemos a san José como el patrón universal de la Iglesia, descubrimos en él, en su humildad, en su trabajo, en su servicio, en su estilo de vida, descubrimos una luz, que nos enseña que la humildad, que el trabajo, que la lealtad, que el resguardo de la casa, son de los principios y valores más altos, que iluminan la vida personal, y la vida, toda ella, la vida humana. Pidámosle a san José, que también nosotros como él, iluminemos, garanticemos correctamente, la vida de los que nos han sido confiados; así como él entregó buenas cuentas al Padre Celestial con su Hijo, con la Santísima Virgen, así también nosotros, discípulos de Cristo, iluminados por él, podamos entregar satisfactoriamente buenas cuentas, porque cuidamos, porque respetamos, porque siempre estuvimos al pendiente de las personas que se nos confiaron. Seamos luz, iluminemos el camino de nuestros hermanos que tropiezan, y tengamos ese gozo profundo de pertenecer al Dios de la Luz. Así sea.