Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“Querido médico, el único que me acompaña es Lucas”
Celebramos hoy queridos hermanos, en la fiesta del evangelista San Lucas, que logró recoger de la predicación y de la convivencia con los Apóstoles el Misterio de Cristo, desde ángulos muy bellos, cruciales para la salvación del mundo; y se trata de los pequeñitos, y se trata de los indefensos, y se trata de los necesitados, y se trata de los enfermos, y se trata de los pecadores; al final en una forma bella, especial y solemne, es el Evangelio de las mujeres, y por lo tanto, de los que en verdad necesitábamos la salvación.
Qué hermoso cuadro para abrir la Puerta Sagrada de nuestra Catedral, dando comienzo solemne al “Año Santo Texcocano” que el santo padre nos concedió en una forma tan benigna, tan amable, y que empezamos a disfrutar todos a partir pues del día de hoy. Quiero agradecer a mis queridos hermanos sacerdotes su presencia, y pues, la presencia que puedan ofrecer motivando a sus comunidades a que vengan, que peregrinen; no los hemos fastidiado en años y años −creo que no es fastidio− invitándolos a que vengan peregrinos, humildes, buscando el perdón, buscando la misericordia infinita de Cristo, que se nos presenta como la Puerta, la puerta del paraíso cerrada, Él la abrió.
Y sabemos, desde que Cristo llega, todas las puertas están abiertas para el amor, para la felicidad, y por eso nuestra Puerta Santa será venerada. Yo si me permito comentarles, ¡tóquenla!, santígüense ante ella, los que se animen bésenla en algún ángulo modesto, abrácenla, así he visto que sucede en Jerusalén o en Roma, como el Espíritu les dé, pero sepan: es venerar, encontrarse, tocar, al mismo Cristo; nuestro pensamiento, nuestro corazón está puesto en Él; que desde que lleguemos a la Catedral así nosotros veamos este recinto sagrado, como Cristo, la Puerta misericordiosa de Dios,
¡El Templo! el único Templo santificado y acreditado, el único espacio donde Dios habla solemnemente, cuidadosamente, el Espíritu se difunde a través de la proclamación de la palabra, recinto donde está la sede, el Magisterio junto con el Ambon, el Magisterio único, sagrado de Cristo, y pues ya lo sabemos, el altar que es Cristo, y aquí con intenso significado, porque en el lugar donde un día se adoró a Tláloc el dios de la vida, el dios del agua, hoy se adora a Jesucristo; y se adora a Jesucristo desde la comunión y participación del pueblo de Coatlinchán; los ejidatarios y las autoridades que donaron esta piedra, que desde el principio perfumamos en el nombre del Señor para que quedara santificada, empezara quedar consagrada al culto único y verdadero de Dios.
Y que bueno, empecé con agradecer y felicitar a mis hermanos sacerdotes, porque aquí traeremos, haremos que baje la misericordia infinita de Dios, Misericordioso Señor, Gran Padre, y por donde veamos el Misterio de la Santísima Trinidad, nuestro Padre Celestial, Jesucristo, Padre Sempiterno del Espíritu Santo, Padre de los pobres “¡ven Padre de los pobres!” −lo llama la Iglesia− en nuestro famosísimo Veni Creator. Y bueno, hoy recojamos el mensaje, de los mensajes fuertes, del evangelista san Lucas, cuando el Señor envía y designa a sus discípulos como mensajeros, de dos en dos.
Qué hermoso el comentario de san Gregorio Magno, para que ellos −esto lo digo de mi parte− Recuerden al Pueblo de dos en dos, de las dos Tablas de la Ley: la tabla de la fe y la tabla de la justicia, que en Cristo son: la tabla de la fe sublimada a la Santísima Trinidad, y la tabla de la justicia sublevada al “Ámense, como Yo los he amado”. Dice san Gregorio: los manda de dos en dos para que nunca se pierda ese equilibrio; el Pueblo de Dios es un pueblo que vive de fe, de la fe, cultiva la fe, respeta y le emociona el don de la fe, pero también del amor; para que no pase lo que, en Israel, que en ocasiones solo la fe, o solo la justicia, pero descuidando la fe, la relación personal y comunitaria con Dios.
Los Discípulos: ‹caminemos de dos en dos›, caminemos en esa espiritualidad de comunión. Ya nuestra Diócesis se acerca −después de la reconciliación, la fraternidad− se acerca a establecer el gran espíritu de la ‛Comunión’, comunión y participación, si estar unidos, pero también participar, trabajar. “Los envió de dos en dos”, para que en la Iglesia crezca la fe y la capacidad de amar. Y al final vemos como el Padre Celestial, esto lo aprendió Cristo del Padre, el Padre Celestial hizo lo mismo, envió a su Hijo y envió a su Espíritu; y el Hijo y el Espíritu han construido la nueva humanidad, y nos han garantizado la promesa de lo inmortal, de lo eterno, de lo glorioso, y de lo bellísimo que es el rostro del Padre Dios.
“Los envío de dos en dos”, también con este matiz, y hoy lo necesita el mundo violento; quiero recalcármelo a mí mismo, y lo ofrezco a mis hermanos los creyentes, no se diga a mis queridos sacerdotes, que nunca olvidemos que en el envío está este mandato pues, del Señor: “corderos”, no señorones, no dueños, no explotadores, no gente que quiera abusar, “corderos”; es la humildad, es la sencillez, es la transparencia de Jesús, es la delicadeza, y es la inmolación, dar la vida hasta la sangre. Pedimos pues a Nuestro Señor que este Año Sagrado, nos impregne de ese espíritu evangélico, de ese toque con el que abríamos la Puerta Santa: ‛El espíritu del Señor está aquí, el Espíritu del Señor está sobre mí, el Espíritu del Señor está en mí’, que eso hoy, como dijo claramente el Texto “Esto se ha cumplido hoy”, esto hoy sea en la Diócesis de Texcoco; que todos los creyentes en Cristo, aquí en Texcoco, recojamos ese perfil tan profundamente salvífico de Jesús Nuestro Divino Redentor.
Pues, sé que disfrutaremos hoy, en una forma muy deliciosa y especial esta Sagrada Eucaristía, porque estamos abriendo los brazos a toda la comunidad diocesana, a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que necesitan una reconciliación y un encuentro muy fuerte, muy sincero, constructivo, con el Padre Celestial; ¡aquí está la Puerta del Señor!, entren por ella. Así sea.