Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“¡Hey!, salió el Sembrador, a sembrar”.
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, como es novedosa, como es verdaderamente oportuna, útil hoy, bueno siempre lo ha sido, esta enseñanza, esta Parábola del Sembrador, “Jesús el Sembrador inmortal, el Sembrador único”. Me ha tocado compartir esta parábola con los agricultores, con los campesinos –les pregunto– ¿entienden? –Todos: – todo se entiende; y un poco bajamos a detalle, y pues vamos a decir: Ni yo, ni ellos ni nadie entiende, así a la primera esta parábola; ¿claro! ‹Sembrador› clarísimo, ‹semilla› clarísimo, camino, piedras, espinas, tierra buena, ¡sencillísimo!, crece, fruto o se sofoca, etc. todo, cada palabra, todas se entienden. Pero Nuestro Señor estuvo repitiendo aquí en el texto: “pero no entienden” “Ven, ¡no, no ven! Oyen, ¡no, no oyen!, cerraron el corazón”; pero dice el Señor: “Dichosos ustedes”, ustedes van a ser muy felices, porque ven lo que Dios les ha ofrecido, oyen lo que se les predica, y reciben, acogen, entienden la Palabra y la practican. Jesús tenía un Pueblo, Jesús tenía mucha tierra buena, para acabar pronto.
Pero hermanas, mis queridos hermanos vayamos al punto, ¿Por qué este Sembrador?, ¿qué Sembrador anda sembrando en los caminos?, ¿han visto ustedes un sembrador sobre la carretera, sembrando sobre la carretera, sobre las calles, sobre el pavimento? ¡No! y ni a nadie se le va a ocurrir; ¿han visto un sembrador sembrando sobre las piedras?, ¿han visto un sembrador sembrando entre espinas? ¡No! ‒y otra vez‒ ni se me ocurre, ni a nadie se le va a ocurrir; pues al Sembrador de Dios ¡Si!, porque esos caminos, esas piedras, esas espinas, son el hombre, así es, así hay, seres humanos, y que mejor que Cristo. Esta Parábola también es como una auto biografía, es como un abrirnos el corazón Cristo, y decirnos: pues yo ahora que he venido a predicar he encontrado gente muy superficial, he encontrado gente muy munda, yo he encontrado gente muy agresiva como las espinas, que a la primera te rechazan; he encontrado gente muy buena que da el cien, sesenta, treinta.
Bueno vámonos otra vez al misterio, por eso como amamos, como hemos de valorar, como hemos de escuchar y reflexionar sobre cada palabra de Jesús; que bueno que aquel centurión le dijo ‘una palabra tuya basta‛, una parábola tuya basta; un solo acontecimiento, una experiencia tuya basta, una sola actitud tuya o una decisión, una postura tuya basta, porque en Jesús radica la plenitud de Dios, la grandeza incomparable de la Revelación. Y digo, vamos a esto: ‘En Jesús, desde que llegó Jesús, Dios ha abierto sus graneros, ha abierto su corazón, sus tesoros, lo ha dado todo, pues nos dio a su Hijo‛, y eso significa que a partir de Cristo y solo, solo, solo con Cristo; Dios permanentemente estará ofreciendo la semilla, la riqueza de la palabra o lo extraordinario y auténtico de la salvación a gente superficial, a gente dura, gente no preparada, gente agresiva; y la prueba está en que la Iglesia Católica sigue abriendo sus puertas, tocando sus campanas, anunciando, gracias a la palabra, gracias a la sagrada liturgia, a los sacramentos, anunciando, proclamando el Evangelio de Jesús.
¡Alegrémonos! desde que llegó Cristo todos, todos los seres humanos, estén como estén, anden como anden, dispuestos, disponibles, atentos, buenos, educados, receptivos, recibirán la Palabra; hay la oferta, la oportunidad de recibir a Dios, de recibir a su Hijo. Pues este domingo quiero darle gracias a nuestro Padre Celestial por su espléndida generosidad que Él ha manifestado en Cristo; y les suplico que sobre todo en mi Diócesis, cada vez haya menos superficialidad, menos dureza, menos agresividad hacia la persona hermosísima de Jesús y a su Santa Iglesia Católica. Así sea.