Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

“Ciervos no necesarios somos”

 Comento que nunca el Señor dijo a sus discípulos ‘inútiles’, no somos tal vez necesarios, pero somos siervos, y mientras estemos sirviendo somos útiles, somos de confianza, estamos en la casa, en los campos, labrando el campo o apacentando las ovejas.  

El día de hoy mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, y muy queridos hermanos sacerdotes, en nuestra Peregrinación Anual a esta preciosa Casa, ‘jacalito’ de Nuestra Señora, el Santo Evangelio nos conduce al Espíritu de siervos; y qué delicioso, porque la linda Señora, nuestra Madre Santísima, ella misma de lo primero con que se identificó fue ‘dtule’, fueron de sus primeras palabras ante el Arcángel Gabriel: ¡mira! soy la Esclava del Señor; inmediatamente disfrutemos lo que sigue, cuando va con su prima, lo primero que ella le dijo: ‘¡La Madre de mi  Señor para mí! este es el misterio de la Iglesia, es el misterio de la salvación encarnado en la Santísima Virgen, sierva, servidora, esclava.

Hoy, nosotros los peregrinos de Texcoco, queremos sentirnos identificados perfectamente con Nuestra Señora: siervos, servidores, esclavos, tal vez no necesarios, pero providenciales para el hoy de la salvación en Texcoco. Madre Santísima, contigo queremos ser servidores de nuestro Padre Santísimo, de nuestro precioso Padre Dios; contigo queremos adorarlo, alabarlo, obedecerlo, recibirlo, identificarnos con Él, trabajar en su Reino sagrado, y si nos concedes el privilegio de ser esclavos, mucho mejor como tú, δούλος ‘doúlos’; nosotros ‘doúlos’ servidores auténticos de tiempo completo.

Y también contigo Madre preciosa, queremos hacer extensiva tu maternidad en nuestra Diócesis como agentes de pastoral, cuidando, protegiendo la vida la salvación de todo nuestro pueblo; ¡qué delicioso tu camino Madre amada! Y qué bonito que, a Texcoco desde que llegaste lo integraste entre tus servidores de gran confianza, confidentes, san Juan Diego. Yo litúrgicamente hoy, ofrecí incienso –que tal vez los especialistas me digan: esa forma de incensar es solo para Dios– pero es que Texcoco, en san Juan Diego ve y descubre a Dios, en el está Dios; por eso la Santísima Virgen que siempre es dócil al Padre Celestial se fue a escogerlo del reino de Texcoco para que fuera su dulce confidente; y en seguida su servidor, su mensajero, su misionero, y también el que cuidaba su sagrada imagen aquí en Tenochtitlan.

Qué bonito que ese 14 de noviembre, cuando el atentado –así lo registra la historia– Texcoco de nuevo, fue la primera parroquia que acudió a la Basílica, a prestar sus servicios, a lo que se ofreciera debido a ese doloroso desconcierto que padecía nuestra amada Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe; por eso, el día de hoy nosotros queremos pedirle al Padre Celestial que nuestra Patria, Texcoco siempre se sienta en las manos de Dios, y como decía nuestro Rey querido Nezahualcóyotl: que nuestro pueblo no sufra, que nuestro corazón no sufra tormento; y  hoy el texto que se nos regala del Libro de la Sabiduría “no les alcanzará ningún tormento”.

Junto con mis sacerdotes cómo quiero hacer esta súplica a ti Padre precioso: Que a nuestro Pueblo no lo alcance ningún tormento, que tus justos y que todos, todos los tuyos que moran en Texcoco estén en paz, los vivos y los difuntos; que los sufrimientos, como así lo has enseñado en Texcoco, no se sientan como un castigo, que son breves esos sufrimientos y que nos aguarda abundante recompensa; que Tú los hagas dignos de ti, que nos aceptes como ofrenda agradable; que estos hijos tuyos, sobre todo los chiquitos, los sencillos de tu pueblo México y Texcoco, brillen y estén al servicio de las Naciones y de los Pueblos, y que por tu amor permanezcamos siempre a tu lado. Como me encanta invitar a los jóvenes en la Primera Comunión, bueno jóvenes sobre todo en la Confirmación, que no se aparten jamás de la Iglesia Católica, que por tu amor Padre Dios permanezcamos a tu lado y Tú con nosotros; porque tú amas y cuidas a tus escogidos

Pero queridos hermanos al tratarse hoy este tema, esta luz espiritual tan valiosa, me gustaría yo mismo recordar, que de veras nos apasione ser siervos del Señor, que todo Texcoco como han dicho mis queridos sacerdotes al celebrar la Fiesta de Acción de Gracias al Padre Celestial por los 500 años de que llegó Jesucristo con su Evangelio, con nuestra Santísima Madre, que Texcoco sea cada día un Pueblo ¡más sabio, más sabio, más sabio! ¡más santo, más santo, más santo! ¡más solidario, solidario, bien solidario! y por eso hago este sencillo recorrido. Cómo podemos seguir siendo siervos del Señor al estilo de María, con María, ¡en la oración!

No descuidemos la oración, ni la personal, ni la comunitaria, ¡la contemplación! Y como hemos soñado que Texcoco sepa adorar, llegue adorar, le nazca, sea espontáneo para adorar a su Divino Señor; así se sirve a Dios, se sirve a Dios en el testimonio, en el celo misionero que tanto ha anhelado nuestra Diócesis, hacer que aterrice en cada Parroquia, en cada Sector, en cada Pequeña Comunidad “testimonio, celo misionero”: el estudio de la Palabra, la Leccio Divina, no cuidarla jamás en las empresas del trabajo diocesano, el estudio del Santo Evangelio, la reflexión, la investigación personal, comunitaria, es una forma de servir, conservarnos como servidores fieles de Dios.

Somos, seremos servidores buenos de Dios en la sencillez, en la humildad, porque crece la soberbia, el despotismo, la crueldad; que nosotros en cambio seamos un pueblo de gente sencilla, humilde, como lo soñó tanto nuestro Señor: “Padre yo te glorifico, yo te doy gracias porque pudiendo darles estas cosas a los grandes, a los intelectuales, a los importantes de la tierra, se las has revelado a la gente sencilla, a los no problemáticos, conflictivos; servimos a Dios en la humildad, en el cumplimiento honesto y fiel de nuestro deber, en las familias, en nuestras colonias o sectores, en nuestros pueblos, en nuestras tareas cotidianas, cumplir con un gozo y modestia nuestro deber.

Los servidores del Señor saben perdonar, reconciliarse, convertirse, cambiar; el perdón es una de las formas preciosas de servir a través de Jesucristo, en el espíritu de Cristo al Padre Celestial y a su Pueblo, la misericordia, perdón y misericordia; se sirve pues al Señor en la bondad, en la discreción de juicio: que no se nos vaya la mente, que no se nos aloque, que no se nos dispare la lengua contra nadie, que no aparezcan las críticas o los juicios –que es una batallita que tanto ha tomado nuestro querido Papa Francisco– que entre nosotros no haya celotipias, murmuraciones; ¡obras buenas, generosidad! como esta Dulcísima y Preciosa Madre. Por decir, finalmente, se sirve a Dios en el desprendimiento, en la caridad, en esa caridad fiel, cercana en favor de los necesitados, como lo hizo María Nuestra Señora, nuestra Santa Madre.

Por eso Padre Dios toda tu Diócesis y, déjanos decir todo México, quiere decirte y seguirte diciendo: ¡“Abbá” “Totahtzine” “Padre Celestial”!, hermoso  Señor, Dios grande y misericordioso, aleja de nosotros y de toda nuestra Patria, aleja todo obstáculo que se presente en nuestro camino hacia Ti, para que con serenidad de cuerpo y de alma, con una gran serenidad de espíritu, nosotros podamos dedicarnos gozosamente a tu servicio, al estilo de esta Preciosísima Madre nuestra, Santa María de Guadalupe, y esto te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, Tú Hijo, que vive y reina inmortal y feliz, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.