Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
11 de diciembre de 2022
“¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, el Apóstol san Pablo decía: “Ni los Profetas lo dicen todo”, creo que a muchos de nosotros nos escandalizan esas palabras teniendo a los Profetas en el corazón de la Sagrada Escritura, y que el Apóstol diga: “Ni los Profetas lo dicen todo”; y cuánta razón tenía el Apóstol Pablo, casi hoy nosotros podríamos decir: ‛Los Profetas también se equivocan‘, porque hasta la fecha en el mundo, en la Iglesia Católica existen muchos profetas, o que se dicen, o que se sienten, o que trabajan como profetas: como anunciando, como juzgando, como hablando en nombre de Dios.
Y bueno hoy, a la Iglesia le queda el sabor delicioso de que el único que está autorizado, el único que puede verdaderamente hablar en nombre de Dios, es el Mesías, Jesucristo Nuestro Divino Señor, y lo digo porque el domingo anterior, todos escuchamos la palabra el Bautista que nos decía, que nos amenazaba: ‘Ahora si ¡cuidado!, a caminar derechitos, el hacha está puesta, ya viene uno muy poderoso, y trae un machete ‒estamos en México, podemos hablar así‒ el Mesías trae orden, justicia, con Él no se juega, fuego, separación, la paja quemada, el grano‛. Así escuchábamos el domingo pasado las catequesis, las enseñanzas del Bautista.
Y hoy, vemos ya a Jesús trabajando, sirviendo, curando, ayudando a los ciegos, a los sordos, a los paralíticos, a los que han caído en una gran desgracia; y, ¿dónde está la predicación del Bautista? dónde está esa acción compulsiva, violenta de Dios que decía el Bautista. Y llega Jesús y desconcierta, llega Jesús y es todo lo contrario; en pocas palabras: El Mesías no viene con violencia, coerción, el Mesías no viene a imponer, a amenazar y a castigar, Él ha venido a amar, Él ha venido a enseñar, Él ha venido a curar, Él ha venido a perdonar, Él ha venido a establecer la comunión en torno a su Divina persona, al Padre Celestial.
Dios a partir de Jesucristo fundamental y verdaderamente, se manifiesta como Padre, y Padre de quienes menos se lo imaginan, como hoy lo dice el mismo Jesús: curar a los ciegos, a los leprosos, a los sordos, hasta los muertos. Queridas hermanas, mis queridos hermanos, por eso es importantísimo meternos en el corazón de Cristo, por eso es importantísimo y vital conocer, seguir, observar, empaparse del Espíritu de Cristo; como había dicho el Salmo 103: “Dios se pasea, anda, camina, se detiene en el polvo, en los que están en el polvo, en los muladares, en los tiraderos, en los basureros, y allí se mete, y si encuentra ahí un ser humano lo acaricia, lo limpia, lo levanta y lo sienta entre los príncipes de su pueblo.”
Por eso amamos a Jesús, porque aprendió de Dios la humildad, del Padre Celestial la sencillez, el gusto por servir, e l gusto por acariciar, el gusto por dignificar y elevar hasta la gloria celestial a todo ser humano. Junto con ustedes yo quiero alegrarme infinitamente por ese cambio sustancial, por ese giro histórico, antropológico, radical que Jesús nos ha ofrecido; Él mismo es el Hombre nuevo, Palabra nueva, Anuncio nuevo, Canto nuevo, Espíritu y ambiente nuevo, Él sea adorado, amado y conocido por todos nosotros. Así sea.