Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

“Padre, Señor del cielo y de la tierra, Tú eres de los pequeños”.

Estas palabras las pronunció nuestro Divino Señor andando en su ministerio apostólico, y gracias a Dios, gracias a los Apóstoles se han recogido para seguir iluminando el camino de la fe; hoy nosotros que venimos a adorar a Dios, que queremos hacerlo con emoción,  como Él se merece, al estilo de Cristo en medio de su Iglesia, hemos de tener un gozo inmenso, porque el Señor se refería a cada uno de nosotros, ciertamente todos ustedes: mis queridos hijos, mis queridas hijas. Cuautlalpan, ha tenido esa nobleza de compartir la fe, el amor de Dios con el Obispo, con el Pueblo; ellos se han comprometido a peregrinar evangelizando, ellos están enriqueciendo el servicio, la misión que tanto nos ha pedido el Santo Padre, y, este acto solemne significa el gozo del compromiso de anunciar el evangelio a toda la comunidad.

Y queridos hermanos, pues junto con ustedes quiero recoger la perla preciosa del Evangelio de San Mateo; así han llamado a estas palabras muchos grandes místicos, hombres de Dios, Doctores de la iglesia: “La perla preciosa, El gran Evangelio de San Mateo”: «Padre todo se lo has regalado, todo lo has puesto en tu Hijo, y Él lo ha entregado a los sencillos, a los humildes, a los chiquitos; no a los grandes, no a los soberbios, no a los prepotentes del mundo, sino a tus chiquitos» como vemos, sucede en nuestras parroquias, en nuestras queridas comunidades. Por eso en primer lugar, quiero adorar a Dios diciéndole: ‘la persona más chiquita, la persona más humilde y sencilla, fue tu Hijo, tan es así que, se sacrificó, tan es así que se entregó: cuerpo y alma, cuerpo y sangre en favor de tu pueblo; y de Él queremos aprender a ser pequeños, a ser los últimos, a ser muchas veces también los que son despreciados por tu sagrado nombre, pero seguir con el gozo de tener tu espíritu en el alma′. 

Queridas hermanas, mis queridos hermanos, veamos como la fe católica no es esoterismo, rarezas; la fe católica gracias a Cristo, es la sencillez cotidiana del amor, de la fe, de la esperanza, del servicio. Estoy seguro que en esta querida comunidad de Santiago Cuautlalpan, nuestra fe católica seguirá fortaleciéndose, creciendo, embelleciéndose  ‒como lo podemos disfrutar en esta sagrada eucaristía‒ por eso, pues gracias querido pueblo de Cuautlalpan, porque vienes a enriquecer el corazón del Obispo, a nuestra Iglesia Catedral, gracias a mi querido párroco, el padre Israel, gracias a mis queridos Celadores, Mayordomos, Agentes de Pastoral, Catequistas, Equipos de Liturgia, los Coros que tenemos en Cuautlalpan para glorificar el nombre del Señor; y le pedimos que esta comunidad, y toda nuestra Diócesis, sea una comunidad de gente sencilla, no conflictiva, no personas difíciles, no personas crueles, duras, prepotentes.

Suplicamos a Nuestro Padre Dios, por intercesión del Apóstol, sobre todo desde los apóstoles generosos, el Apóstol Santiago fue muy generoso con Cristo, y se dejó corregir y mejoró, siendo tan impulsivo, tal vez corajudo, se convirtió en un gran mártir, tal vez el primer Margen Apóstol, se hizo entrega para Cristo, para su Pueblo Santo; suplicamos pues a Nuestro Señor en esta celebración tan bonita, tan festiva, que nadie nos quite la alegría de ser pequeños, de ser los últimos, pero para gloria de Dios. Así sea.