Al celebrar la Fiesta de Pentecostés: “La venida del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia”, es bueno recordar la explicación de Papa Francisco sobre que “es el Espíritu Santo el que le permite al cristiano tener ‘memoria’ de la historia y de los dones recibidos de Dios”, y que sin esta gracia, se estaría en peligro de caer en la idolatría, y observó que existe en la comunidad de creyentes una falta de conciencia de la acción del Espíritu Santo, quien “es siempre como el desconocido de nuestra fe… Hoy en día, muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo”.

El Papa afirmó que se oye decir: “El Espíritu Santo es la paloma, la que nos da siete dones. Pero así el pobre Espíritu Santo está siempre al final y no encuentra un buen lugar en nuestra vida”. Por eso, en el proceso de fe es una exigencia fortalecer la memoria histórica de quienes constituimos la Iglesia: “Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer prisionera de la coyuntura, del momento; no tiene historia. La tiene, pero no sabe cómo asumir la historia. Es justamente el Espíritu que le enseña cómo asumir la historia”, la Historia de Dios que salva, nos congrega, camina con nosotros, se mezcla con nosotros, y nos ama, y nos perdona, con la fuerza de su Espíritu Santo en Jesucristo nuestro Señor.

El Papa Francisco invita constantemente a pedir la gracia de la memoria, para ser personas que nunca olviden el camino cumplido, que “no olvidan las gracias de sus vidas, no se olvidan del perdón de los pecados, no olvidan que eran esclavos y que el Señor los salvó”.

Pentecostés es siempre la oportunidad de reflexionar sobre el significado del Espíritu Santo, también con referencia a las actuales amenazas que pesan sobre la vida, especialmente en nuestra vida actual frente a la pandemia del coronavirus, y sobre la vida de los pobres de este mundo. Porque recordemos que esta crisis de salud que todos padecemos ahora, se expresa ya en una crisis social y económica, afectando aún más a los más necesitados de las comunidades.

Las Escrituras dicen que “el Espíritu es vida” (Rm 8,10), que continuamente está creando, animando y fortaleciendo, frente a todo lo que amenaza a las hijas e hijos de Dios. Es el Espíritu que nos llama a reflexionar que es Él quien está al lado y dentro de aquellos que tienen menos vida, y los acompaña ante un mundo extraño, hostil y homicida, que quita la vida, condicionándolos, sometiéndolos y empobreciéndolos; y no solo sus vidas, como la máxima creación de Dios, sino también todo lo que da vida, el trabajo, la familia y los recursos naturales. La pobreza que conocemos hoy, y de siempre, no es inocente, la pobreza es producida y agravada por la enorme desigualdad social.

Situarse dentro de la experiencia de vida del Espíritu Santo, significa empeñarse por los derechos de los pobres a una vida real, concreta e integral; significa pedir la fuerza del Espíritu de Dios que siga derramando sus dones, para ser mejores, para vivir acorde con el Evangelio, a favor de la construcción del Reino y luchando por las causas de los pobres. Haciendo nuestra la Buena Noticia de Jesús que quiere vida integral para todos.

Como católicos debemos aprender a reconocer que el Espíritu Santo está del lado de los pobres, y es Él quien nos impulsa a crear, a favor de todos, las condiciones de vida, justicia y paz. Vivir según el Espíritu significa luchar por los medios de vida, por la salud, por la tierra, por el trabajo digno y bien remunerado, por la vivienda, por la seguridad, por la educación.

Cantemos, dancemos, oremos, celebremos alegres la Venida del Espíritu Santo, confiemos en Él, dejémonos conducirnos por Él, siendo dóciles a su llamado y recibir sus dones en clave de humanización, dignificación y servicio.