El encuentro con Dios está presente en la gran mayoría de las personas. Tarde o temprano todos buscamos tener una relación con la divinidad para buscar el sentido y orientación de la vida; el creyente en el Dios creador anunciado por Jesucristo, no es ajeno a esta inquietud.

Para Jesús, en comunión con la tradición de su pueblo, el Padre no es únicamente creador sino que hay una relación de paternidad-filiación. Al ser hechura de Dios, la creatura contiene las huellas de su creador. Es por eso que para el creyente que quiere conocer al Dios vivo, es necesario descubrirlo en la naturaleza. De todas las criaturas el ser humano tiene un lugar privilegiado ya que goza del aliento divino a diferencia de los demás seres (Gn 1, 26).

Cuando Jesús contempla la creación, percibe en ella las huellas de su Padre, e invita a sus discípulos a descubrir al Creador a través de la naturaleza (Jn 4,35);  no vive alejado de la naturaleza, vive transformándola, haciendo de ella un medio de servicio, tomándola respetuosamente como herramienta para satisfacer las necesidades humanas; enseña con su vida que la creación es indispensable para la realización personal, desde ella se puede continuar con la obra de Dios, quien cuida de la creación. (Laudato Si 98)

Dios ha entregado al hombre la responsabilidad de cuidar la creación, de emplearla para obtener el bienestar. Es verdad que la ciencia y la técnica son parte importante dentro de la vida: a través de ellas se descubren soluciones para las incertidumbres: la enfermedad, la calidad de vida; también, permite plasmar la creatividad: el arte, la arquitectura, etc.; pero conlleva el peligro de romper con lo verdaderamente sagrado: la vida en todas sus manifestaciones, alterar de manera irreversible la creación; lo que pone en peligro no únicamente al mundo, sino al mismo hombre, ya que se confunde todo lo que es posible hacer con lo que está permitido realizar.

La creación es “don”, lo que permite considerarla como la casa en la que todos habitamos; redescubrirla como tal y cuidar de ella, es tarea diaria. Cristo, ha venido a salvar todas las cosas, no únicamente parte de la creación (Col 1, 19-20), indispensable es, valorarla como medio que permite experimentar el amor del Padre revelado en Jesús, su Hijo. Contemplar la creación, permite percibir el rostro del Hijo, quien ha dado su vida por la salvación del hombre, esto permite valorar el mundo como lugar de encuentro con Cristo y comunión con todas las creaturas. (Laudato Si 98-105)