Texcoco, Méx. 24 de marzo 2013. El Domingo de Ramos se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, que fue proclamado por el pueblo como su Rey, así fue recibido: «Hosanna al Hijo de David: bendito sea el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel; hosanna en las alturas”. Fue en Jerusalén donde celebraría la pascua con sus discípulos.
Este acontecimiento que ahora conmemoramos es la puerta que adentra a la Semana Santa, para dar inicio a la semana de la Pasión del Señor Jesús. Es el día en que la Iglesia hace actual los últimos momentos de la vida de Cristo, hasta su Resurrección, para renovar y convertir el corazón a Cristo Salvador.
Enseguida les dejamos el texto de la homilía que pronunció S.E. Don Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, sobre el Domingo de Ramos:
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«Él caminaba adelante. Queridos hermanos, el día de hoy toda la Iglesia vive aquel momento tan humilde, pero solemne, en que Cristo nuestro Señor entró a su Ciudad de Jerusalén, lleno del cariño del pueblo sencillo, lleno de amor, ciertamente de parte de Dios, miren: “Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”. Y en ese momento tan glorioso para Él, observemos algunos detallitos.
En primer lugar, Él no va haciendo movimientos escandalosos, como hacían los césares, los reyes, en sí mismo va en un burrito, me impresionó el texto: “en ese burrito no se había sentado nadie, a ese burrito no lo había usado, casi podemos decir, “no lo ha tocado nadie”. Como algunos de los elementos del Antiguo Testamento, para el sumo sacerdote, lo que el sumo sacerdote tocaba, a donde él entraba, por ejemplo al santo de los santos, no entraba nadie. Ahora Jesús sube, llega a Jerusalén, montado en un burrito.
Queridos hermanos, ahí nosotros empezamos a ver su gloriosa y sublime divinidad, lo de Jesús, nadie de los hombres lo ha hecho, lo que hizo Jesús, nadie lo podrá hacer jamás, lo que es Cristo no lo será jampas nadie, porque Él es Dios, es Divino. Me ha impresionado lo que el texto original dice: “el señor lo necesita”, nos vamos a llevar este burrito porque el señor lo necesita; el texto en griego dice: “Su Señor lo necesita”, con mayúscula, “Su Señor”, Señor de todo el universo, de hombres y animales, del cielo y de la tierra; ese burrito tiene como Su Señor a Cristo, y cuando Él lo pidió nadie pudo decir es mío, no te lo presto, déjalo, no lo desamarren. Hasta en esos detalles mis queridos hermanos, se siente la majestad de Jesús. “Su Señor”, el Señor de todo el universo, también es con lo pequeñitos, y Él lo necesita.
La acción es muy modesta, montó, pero en griego: subió, a ese trono modesto, pero Jesús subió a su trono, cuanto entró a Jerusalén. Toda la multitud… en cambio los fariseos, un puñadito, envidiosos o miedosos o cobardes, “diles que se callen”, y el señor les contesta: “si estos se callan, las piedras gritaría”, vemos también ahí queridos hermanos, como las piedras son símbolo de pecado, ¿recuerdan ustedes el domingo anterior?, ¿qué querían hacer con la mujer pecadora?, apedrearla, vinieron Jesús: “vamos a apedrearla”, “permite que la apedreemos”, “tú ayúdanos a apedrearla”, “a estas, hay que apedrearla”, porque son pecadoras. Ahora Jesús dice: “si estos se callan, las piedras gritarían”.
¿Qué significa esto mis queridos hermanos? Significa que es el día de gracias, es un día de felicidad, Jesús por dónde camina produce gracia, perdón, misericordia, festividad, gozo inmenso, por eso, ni siquiera piensen en las piedras, no hay piedras, Jesús es la gracia, Jesús es la santidad por excelencia, y si estos se callan, y si mis discípulos son aplastados, las piedras reclamaría reclamarían, las piedras vengarían ese atropello.
Nosotros llenémonos de gozo mis queridos hermanos, donde está Jesús ¡no hay amenazas!, ¡no hay piedras!, ¡no hay peligro!, ¡no hay pena de muerte!, donde está Jesús ¡está la vida!, ¡está la gracia!, ¡está el gozo de Dios!, y un gozo infinito. Quisiera junto con ustedes disfrutar esto, ¡somos discípulos de Jesús! Pertenecemos al camino de Jesús, pertenecemos al itinerario de Jesús hacia Jerusalén, hacia la gran Jerusalén, hacia la Jerusalén celestial.
Nosotros por su misericordia somos sus discípulos, que no deben callarse, que no deben guardar su testimonio festivo en favor de su Divino Señor. Nosotros hemos de proclamar sus sobras, su corazón, su humildad, sus nuevas verdades. La verdad siempre ha existido sobre la tierra, pero la verdad de Jesús es novedosa, llena de frescura, llena de belleza, y los discípulos no deben callar. Hoy muchas personas nos quieren callar, nos quieren ofender, nos quieren ridiculizar, nos quieren decir que se acabó la fe en Cristo, y no es cierto. Los discípulos seguiremos aclamándolo, con las obras, con el testimonio, con la bondad, con el servicio, con el perdón seguiremos gritando que el amor nos lo dio Jesús, que amor profundo lo recibimos de Jesús de Nazaret.
Queridos hermanos, urge pues aclamar, gritar, con más empeño, con más entusiasmo la realeza de Cristo, la santidad, la hermosura de Cristo, sigue siendo nuestro Divino Señor, nuestro gran Dios y Señor, nuestro gran Dios y Salvador.
Iniciamos pues mis queridos hermanos la Semana Santa, iniciamos el tiempo en donde toda la Iglesia y todos los cristianos nos apegamos a Jesús, nos acercamos para ver cómo vivió, cómo sintió, cómo se portó, en los últimos días, en los últimos minutos de su vida, encontraremos tanta verdad, tanta grandeza, tanta sabiduría, tanta divinidad.
Queridos hermanos, ustedes y yo, nos vamos a disponer con buen corazón a estar pegaditos a Cristo, sí, esta Semana Santa, este Triduo Santo, pero sobre todo a lo largo de nuestra vida, no caminar sin Cristo, no vivir, no pensar, sin Cristo, al margen de Cristo, porque nos equivocamos, nos hundimos, nos perdemos. En Jesucristo está la fiesta del amor, la fiesta de la salvación. Así sea.»
Ante cientos de familias que se congregaron en la Santa Iglesia Catedral con sus palmas, Don Juan Manuel señaló que recibirán indulgencia quienes, habiéndose preparado espiritualmente con confesión y penitencia, participen en las Eucaristías y servicios durante los días santos.