Al acercase la fecha en la que centramos la mirada y el corazón en los infantes, los felicitamos y los saludamos, colocándolos bajo la protección de la Santísima Virgen María, Nuestra Madre.

A través de las páginas de la Sagrada Escritura vemos desde el inicio de la misma y a lo largo y ancho de sus hojas la figura privilegiada de los niños: niños que son el fruto del amor de los papás, niños que siempre serán la alegría de los hogares, niños que a pesar de su pequeñez siguen siendo ejemplo de obediencia y disponibilidad (recordemos el caso de Samuel), niños cargados de sueños e ilusiones, que son elegidos por Dios para mostrar que ellos son los privilegiados de su amor, que serán protagonistas de la Historia de la salvación (María, elegida desde su infancia).

Teniendo en cuenta el contexto histórico de la cita bíblica mencionada, bien nos viene reflexionar algunos aspectos. Por un lado, Jesús cuestiona la forma patriarcal de tratar a los niños: ellos no tienen posesiones, y por lo tanto ningún rol civil o religioso; por otro lado, pareciera que ellos no gozan de la dádiva de Dios sino hasta haber alcanzado cierta edad.

A la luz del texto, también hoy nos cuestionamos cuál es el trato hacia los niños, cuál es el cuidado y atención que se les ofrece y se les da. Contemplando la actitud de Jesucristo hacia ellos, vemos la gran enseñanza del maestro a través de los niños: “de los que son como niños es el Reino de Dios”…de inmediato, la escena nos recuerda que es necesario dejarse abrazar por Dios, acercarse a Dios, vivir la presencia de Dios de la forma tan natural que aquellos niños expresaron. Ser como niños para alcanzar el Reino de Dios es sentir la necesidad y el amor de un Padre, la necesidad de buscar a ese Dios que ama, que perdona, que abraza, que corrige, que educa…

Ser como niños para alcanzar el Reino de Dios es dejar las actitudes, los pensamientos y comportamientos con los que en muchas ocasiones hacemos complicada nuestra vida y la vida de los demás: los rencores, las rencillas, los corajes, el dejarse de hablar, de saludar, etc. La enseñanza que Jesús dio a sus discípulos es también para nosotros: no busquemos privilegios, no pretendamos ser los protagonistas del actuar de Dios, no queramos ser más que los demás o creernos más que los demás…

Al celebrar a los niños este 30 de abril, reconocemos que en nuestro país son ellos quienes urgentemente necesitan ser abrazados, protegidos: ya que los niños siguen siendo víctimas de discriminación, siguen siendo apartados del vínculo familiar a razón de las separaciones y divorcios. Los infantes hoy día necesitan de ese abrazo que los proteja de los abusos psicológicos, físicos y sexuales, necesitan verse libres de ese falso abrazo llamado “ideología de género”. Los niños son -y seguirán siendo- los predilectos y privilegiados por Dios.

Celebrar a los niños, es celebrar el misterio de la vida; es recordar como dijo el Papa Francisco a los católicos de Alemania: “En cada niño, en el país en el que haya nacido está Cristo que nos mira, Cristo que ha venido a nuestro mundo como un niño indefenso”. “¡Los niños son el futuro!”

Por ello, elevamos nuestras súplicas a Dios a favor de las familias, ya que en ellas se generan los espacios propios para la saludable vivencia de  la inocencia, de los valores, de las sanas relaciones, de lo que hará posible que los niños crezcan libres de la tentación que les aleja del Reino de Dios: la inseguridad, la violencia, las adicciones, etc. Sea la Sagrada Familia de Nazareth ejemplo y protección de los infantes y de las familias. ¡Felicidades!