En los medios de comunicación se viene señalando nuestra Provincia como el nuevo foco rojo donde se están llevando a cabo los crímenes más atroces y horrendos de nuestra sociedad.
Consisten en la violación de los niños, en los abusos y malos tratos contra las mujeres e incluso los feminicidios. Ya el aborto de por sí venía siendo una lacra imperdonable entre nosotros, que dañaba tanto la médula de nuestra sociedad. Ahora ya no es solo la médula sino el corazón mismo, el alma de nuestra sociedad la que está siendo amenazada.
Se trata de los crímenes contra las mujeres. Todo desprecio, todo abuso contra las mujeres y los niños, es altamente abominable, pero en nuestros ambientes estamos tocando fondo con la práctica de las violaciones y asesinatos, de mutilaciones de niños y mujeres. Cada parroquia, toda comunidad eclesial y diocesana ha de ofrecer no solo una palabra sino una actitud firme, clara, determinante, propositiva en todos y cada uno de sus niveles, litúrgico, evangelizador, misionero, social. Comprometiéndose en favor de los pequeños y en el resguardo de todas las mujeres.
El árbol de la vida se está secando, sus ramas ya van estropeadas, pero el abuso contra las mujeres viene a cimbrar y a devastar los caminos de la vida, secando de raíz los senderos del amor y de la felicidad.
El aborto ya venía lacerando mucho a la comunidad. El feminicidio es el culmen de toda destrucción. Todos los que creemos en Jesús, hemos de ofrecer el camino de nuestro mismo Divino Redentor en favor de la vida, integrando paso a paso, profundamente, a todas y a cada una de las mujeres.
La humanidad nunca se imaginó que la misión, que el aporte de la mujer pudiera ser tan sublime e indispensable en el instrumental de salvación. No solo se trata de convertirnos sino de revisar en el alma una acción más profunda, de suerte que regresemos a las mujeres la alta dignidad ofrecida a ellas desde el principio de la creación y perfeccionada en la palabra, en la conducta y en el corazón mismo del Señor.
Volvamos al evangelio para garantizar con la mujer, la presencia de la vida.