Recojamos la santidad tan sublime del Santo Evangelio, que en Jesucristo resplandece de mil maneras.

Recojamos la santidad tan sublime del Santo Evangelio, que en Jesucristo resplandece de mil maneras. Me impresiona la multiplicación de los panes, porque Jesús no sólo multiplicó esto sino que multiplicó todo lo bueno, lo digno que tiene el ser humano.

Jesucristo levantó todo, hasta las piedras. Levantó personas, cuerpos, corazones, manos, y que no se nos olvide: la Iglesia sigue enseñándonos a levantar las manos al cielo. ¡Levanten los corazones, levanten sus ojos al cielo! Cristo todo santificó. ¿Cuántos millones de piedras por todo el mundo, pulidas hermosísimamente, han sido tomadas para proclamar la gloria de Cristo? Porque todo ha quedado santificado, hecho muy hermoso gracias a Cristo.
Me emociona esto, Cristo multiplicó todo y seguirá multiplicando todo lo tú le pongas a su paso. Todo lo que toque Jesús será y seguirá siendo de Dios.

Nuestro Señor pasaba por una situación difícil, casi de persecución, ya habían matado al Bautista y, sin duda, se estaban enfilando hacia él. Lo digo porque cuando uno sufre este tipo de experiencias, siente mucha inquietud, nosotros perdemos la paz del alma. Jesús no; simplemente se fue a un lugar tranquilo, sin duda para orar, para serenarse humanamente hablando, y para seguir enseñando y haciendo el bien a sus discípulos.

Veamos lo primero que salta: los discípulos, le dicen: “Ésta es mucha gente, que se vayan. Aquí estamos en un lugar desértico, que se vayan y que compren”. Resalto cómo en este mundo todo se hace comprando y vendiendo, por lo general con dinero. Jesús nos dará otro esquema, otro sistema, que no necesariamente es comprar. No se desembolsó una sola moneda para que la gente comiera.

Lo seguimos viendo en el texto del santo Evangelio. Y aquí viene un cuestionamiento estricto, fuerte. Los apóstoles decían: ¡Que se vayan! Jesús decía: ¡No! Jesús es de Dios, él recibe a todos, les da a todos, los acoge a todos, ofrece siempre todo a todos.
En cambio, nosotros los humanos decimos: ¡Váyanse! ¡Quítense! Nosotros nos desenganchamos fácilmente de los demás. Nos desentendemos de ellos, nos excusamos, tenemos pretextos muy buenos para deshacernos de los demás y muy rápido.

En todos los niveles, en todos los lugares, por ejemplo, en nuestras familias, hoy es muy fácil desprendernos de la esposa, del esposo, de nuestros padres ancianos o de los hermanos o los hijos.

Jesús, mis queridos hermanos, en cambio, siempre decía: ¡Vengan, quédense conmigo, voy a hacer con ustedes una alianza perpetua! En cuanto a nosotros, hacemos caridades y ya, deseamos que se vayan y no vuelvan. Dios en cambio dice: Ven y quédate, vamos a hacer amistad, eso significa alianza, nos vamos a poner de acuerdo para quedarnos juntos. Eso es Dios, y lo hará por la eternidad. Eso es Jesús. Por eso me encanta, y ustedes y yo disfrutemos, Dios como Jesús es el único que se planta para cuidar, para pensar en el otro, para defender al que no puede defenderse, al que no habla; se planta y lo defiende, y lo protege y le da.

A mí me emociona que aquí en Texcoco hagamos una Iglesia así en familia. Que cada vez más nos queramos, nos aceptemos, nos busquemos todos, para que se sienta la gracia, la abundancia de Dios.

Hoy más que nunca necesitamos el Evangelio, la presencia de Dios, para que nos diga: ¡No te vayas! o ¡No los corras, dales! Por sobre lo que tú tienes está Dios, el Padre. Levanta tus ojos y verás cómo se te multiplican los bienes.

Esta figura tan hermosa de Cristo debe ser nuestro modelo, porque Jesús seguirá siendo muy molesto, incómodo para los malos hermanos, para los que no queramos ser solidarios. Jesús molesta mucho a los comodinos, a los ricos, a los que tenemos corazón duro. Qué bueno que la Iglesia sigue recogiendo su espíritu, su sabiduría, su santidad. Cristo es el amigo de los pobres, el Salvador de los que tienen hambre, de los que no tienen quién se fije en ellos; ahí está Jesús.

Yo me diré, Iglesia de Texcoco, dales de comer; papá, mamá dales de comer, levanta tus ojos al cielo. ¡Agárrate de Dios, de Jesús! Acércate, pon lo que tienes, lo que queda; tráeselo a los pies a Cristo para que te los multiplique, para que te alcance; porque para los demás nunca tenemos, siempre nos faltará, pero es que sólo vemos nuestro interés.

Jesús estableció un sistema nuevo de vida; no todo es dinero, no todo es comprar, no todo es vender, lo mejor es amar. Y por eso Jesús estableció cadenas perfectas, cauces, procesos, dinamismos muy buenos para que se multipliquen los bienes, las gracias de Dios, nuestro padre. Observemos este: “Danos hoy nuestro pan”, “Denles de comer”, “Tomen y coman todos”. Se cumple lo que decía el salmista, cuando tú abres tu mano, se nos derrama y tenemos en abundancia. Él da de comer a todo viviente.

Estoy seguro de que tú has abierto tú corazón a Cristo; yo estoy seguro de que en nuestra vida algo muy grande comienza a resurgir, comienza a fluir con la gracia de su Palabra. Busquemos y aprendamos de este maestro tan bello, tan especial y diferente. Nosotros que tenemos el privilegio de llevar su nombre, llevemos también su gracia, su generosidad, su santidad. Así sea.