Con el Miércoles de Ceniza iniciamos un camino penitencial, que llega a su fin el Jueves Santo, en recuerdo de los 40 días de Jesús y los 40 años del pueblo de Israel en el desierto, con este tiempo la Iglesia nos propone 40 días de conversión personal y comunitaria, como preparación para la celebración más importante del cristianismo, la Pascua de Resurrección del Señor.

En la carta de la institución de la Jornada Mundial de la Creación, publicada el 6 agosto 2015, el Papa Francisco nos dice: Como cristianos, queremos ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad. Para ello debemos ante todo extraer de nuestro rico patrimonio espiritual las motivaciones que alimentan la pasión por el cuidado de la creación, recordando siempre que, para los creyentes en Jesucristo, Verbo de Dios hecho hombre por nosotros, «la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo, ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea». La crisis ecológica nos llama por tanto a una profunda conversión espiritual: los cristianos están llamados a una «conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea». De hecho, «vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» ”.

Hemos de reconocer que nuestro mal uso de la creación ha llevado a un sufrimiento trágico e injusto para las personas de todo el mundo. En Laudato Si’, la carta encíclica sobre ecología, el Papa Francisco dijo, “Esta hermana [la Tierra] clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla.”

Al entrar en la temporada de la Cuaresma, tiempo de ayuno, arrepentimiento y oración, tomemos un momento para meditar, arrepintámonos y reparemos el daño que causamos a la creación de Dios.

La creación nos fue dada como un regalo, y no lo estamos cuidado, así solo se genera sufrimiento en toda la familia humana.

Somos Iglesia y debemos responder al llamado de cuidar la Creación de Dios. Seamos más conscientes de las maneras en que nuestras acciones tienen impacto positivo y negativo para “nuestra Casa Común”, y como personas de fe, atesoremos la creación de Dios y busquemos siempre proteger a quienes la comparten con nosotros, sobretodo a nuestras hermanas y hermanos vulnerables.