El sacerdote jesuita Víctor Codina, quien participó como teólogo experto en el pasado sínodo, consideró que en el Sínodo para la Amazonia el tema central es la vida y forma parte integrante de la misión eclesial de todos los tiempos: “prolongar la misión de Jesús que pasó por mundo haciendo el bien y liberando de toda amenaza de muerte (Hch 10,38), que anuncia un Reino de vida, que envía a sus discípulos a dar vida y liberar del mal”.

Afirmó que el documento sobre la Amazonia tiene una visión integral de la vida que incluye la vida del planeta, la vida humana material, cultural y espiritual de los pueblos amazónicos, la vida plena de las comunidades eclesiales amazónicas; “es la vida humana comenzando por lo más elemental y material (bios) y humana (psyche) y es la vida plena, salvífica, divina que nos comunica el Espíritu del Señor resucitado (zoe). Corresponde a la Iglesia anunciar y defender la vida y denunciar todas las amenazas de muerte y luchar por la vida”. Por esto señaló que es unilateral y sesgado reducir el sínodo al cambio climático o a la ordenación de varones indígenas casados, mientras se silencia la dimensión ecológica integral.

Sostuvo que el Sínodo es singular porque resume el magisterio de Francisco (Evangelii gaudium, Laudato si’, Episcopalis communio) y constituye el punto álgido de su pontificado, y conflictivo, porque es crítico ante organismos financieros, económicos y políticos que explotan y destruyen la Amazonía, y crítico también frente al poder del clericalismo eclesial.

El padre Víctor Codina hizo hincapié en la importante actitud de escucha para “ser conscientes de los clamores de los pueblos amazónicos que van en dos direcciones: primero, el constante clamor ante la destrucción que las multinacionales provocan en su hábitat y que ponen en peligro su vida, fruto del afán de lucro de grupos financieros, económicos y políticos. Segundo, el clamor ante la amenaza que se cierne sobre su identidad humana, cultural y espiritual, pues la tierra no es un lugar o un objeto, sino un sujeto, la Madre tierra, a la que las multinacionales cortan las venas y esta se desangra. Nunca el pueblo amazónico había estado tan amenazado como ahora”, por estas razones el Sínodo de la Amazonía reviste una providencial actualidad.

Consideró que “la historia humana no es homogénea, sino que hay momentos de gracia, de kairós, que llaman a una conversión, a un cambio profundo hacia el Reino de Dios. Este Espíritu presente en el de profundis de la historia, que se manifiesta a través de los últimos, pobres, marginados y descartados, es el que ahora clama a través de los pueblos amazónicos, pidiendo justicia en su tierra, libertad para vivir su identidad y su cultura, para que se respete su territorio, la Madre tierra. Al grito de los pobres se une el grito de la tierra, es el Espíritu del Señor, Él clama a través de ellos e invita a escuchar su voz para que abandonemos caminos de muerte y nos convirtamos a una ecología integral.