Nuestra iglesia está siendo herida por las situaciones de abuso sexual perpetrado por algunos de los miembros de la jerarquía, es una realidad latente en nuestros días. Sin embargo, debemos actuar con la gracia y con los ojos de Dios, es necesario aceptar el hecho que en nuestra Iglesia se ha perpetrado el abuso sexual de menores y adultos vulnerables, pero no se puede anteponer la misericordia como un mecanismo defensivo para no ver la gravedad del delito.
La misericordia debe llevar a la aplicación de la justicia. El Papa Francisco en la bula por el año de la misericordia “Misericordiae Vultus dice: “La misericordia no es contraria a la justicia, sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer”.
En nuestro escenario, la justicia debe ayudar tanto a la víctima como a la familia, a sentir que hicieron justicia por el pecado que se cometió en su persona, la justicia por sí sola no basta, la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla, por esta razón la justicia y la misericordia ayudan a manifestar la imagen de Dios amoroso y protector, pero también la imagen del justo juez que es el rostro que ante el abuso sexual las víctimas como su entorno quieren encontrar, sentirse que alguien les escuchó, les atendió y sin faltar a la misericordia contra el victimario, se hizo justicia ante la falta cometida.
Ante esta realidad, compete afirmar el compromiso de la Iglesia de implementar todas las medidas necesarias para prevenir futuros abusos en la Iglesia, así mismo, brindar atención necesaria a las víctimas de abuso sexual para ayudar en su recuperación y reconciliación, para que puedan lograr una realización plena en la vocación que sean llamados: “… por vocación, y no por el miedo o por la herida de abuso y traición, elija vivir la soltería; la vida consagrada como deseo de consagrarse al servicio del reino y no como un lugar de escondite o donde se vuelva un agresor; vocación al matrimonio, donde pueda darse la plenitud en el amor del ágape, sin embargo, es en esta vocación donde suele tener muchas complicaciones y llegar hasta la fractura del matrimonio, sino se ha trabajado el abuso sexual”.
Ante la triste situación que vive nuestra Iglesia, nuestra Diócesis quiere hacer frente a este escenario, por ello se ha formado la COMISIÓN DE PREVENCIÓN Y PROTECCIÓN A MENORES Y PERSONAS VULNERABLES, para atenderles de manera inmediata, bajo los protocolos que se tienen en nuestra Diócesis, en un camino de escucha y acompañamiento.