Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
24 de junio de 2018.
En esta fiesta tan hermosa, el nacimiento de san Juan Bautista, toda la Iglesia reencuentra el encanto de la vida, el encanto del nacimiento, el encanto de un niño: cómo congrega, cómo atrae, en primer lugar a Dios, el magnífico constructor de la vida, el hacedor, el dueño de la vida, que se interna en el seno de la Madre para ir tejiendo, acariciando, piecesita por piecesita de todos los miembros del cuerpo humano.
“En el seno tú me entretejías”, por eso el salmista después, no se extraña sino que agradece que Dios siga con apasionamiento y cercanía la vida de todo ser humano. “Tú me sondeas y me conoces” si me siento, me levanto, de día, de noche, si estoy en mi casa o voy de camino, antes de que mi palabra llegue a los labios, antes de que mi pensamiento se elabore, tú ya lo conocías, es portentoso tu ser de creador.
Queridos hermanos, espero que todos nosotros, su servidor, el día de hoy, gracias a estos textos sigamos valorando, agradeciendo, cuidando nuestra propia vida, nuestra persona, nuestro cuerpo, el cuerpo de los demás. Que cada uno de nosotros crezca en el respeto a lo sagrado, que es una existencia humana, una vocación, en cada persona hay un destino, un trayecto, un proyecto bien definido, espléndido de parte de Dios. Yo creo que también en los momentos de intimidad hoy con Nuestro Señor, vale la pena que le pidamos perdón, porque crece el desprecio a la vida, sobre todo con esa palabra terrible, el aborto.
Cuando Dios deposita, vacía toda su grandeza, y sabiduría y amor en el seno de la madre, nosotros echamos veneno, metemos ponzoña y cuchillos, y las personas que deberían de defender la vida no se tocan el corazón para meter un cuchillo en el seno de una mujer y destrozar. Hoy, las grandes potencias todavía tienen el descaro de recoger algunos miembros, cultivarlos y venderlos, comerciarlos más adelante; esto es terrible, y llegan los niños, y en lugares ya no hay esa fiesta, fijémonos en esa fiesta tan hermosa que hubo en el nacimiento de san Juan Bautista, su mamá, su papá, los parroquianos, los familiares, los vecinos, y al final todas las montañas de Judea se llenaron de gozo por su nacimiento.
Que así pues, en México, en nuestra Diócesis no haya niños despreciados, abandonados o atacados, que se acaben esos ataques funestos a los niños, que ahora hasta en jaulas, los han enjaulado, a nuestros niños de América Latina, en ese país que se precia de ser el estandarte de los derechos humanos; por cierto, esos derechos humanos que salen desde la ONU son trágicos, es puro egoísmo, enseñar la soberbia, la descalificación, la soledad, el individualismo a los niños para que no hagan caso a sus papás, se desliguen de sus padres y maestros, de la sociedad, y vengan a continuar con la cultura de la violencia, de la crueldad.
Que hermosa es la Iglesia católica mis queridos hermanos, toda la Iglesia debe ser un himno a la vida, toda la Iglesia desde los más chiquitos hasta los más grandes, recoger el misterio, el regalo de la vida, con temor y temblor, con reverencia, con espíritu de sacrificio y decisión, con valentía como lo hicieron en un momento Isabel “no, este niño se llama Juan”, como lo hizo aquel anciano “no, Juan es su nombre”. Que nosotros por ningún motivo permitamos que se estropee la persona y la vocación de aquellos que nos han sido confiados.
Dios ha mostrado gran misericordia y nosotros nos regocijamos porque nuestra amada Iglesia Católica entiende y lleva ese sagrado misterio de amar a Dios, de amar su obra, claro, muchas veces nos quedamos solo en que Dios hizo un universo lleno de estrellas, de infinitos, de espacios infinitos, y hemos descuidado que el universo, los universos, los sistemas más grandes que los sistemas solares y más finos, son todos los elementos que componen el cuerpo y el alma del ser humano.
Bendito sea Dios mis queridos hermanos, que nos ha visto con tanta misericordia y nos ha revelado estos sagrados misterios. Vamos pidiéndole a Nuestro Señor pues, que cada uno de nosotros, como dijo el texto del apóstol san Pablo, seamos como David, “un hombre según mi corazón”. Juan Bautista, un hombre según el corazón de Dios, entró al vida con mucho cariño, pero él tenía un proyecto según el corazón de Dios.
Que cada uno de nosotros busque, suplique, y de corazón, que nosotros tengamos ese nivel, esa altura, ser agradables a Dios, ser según su corazón. Así sea.