18 de marzo de 2018.   

“Ver a Jesús”.

Queridos hermanos, creo que como siempre, todos podemos aprender muchísimo de este relato que nos narra, nada menos que san Juan, que estuvo tan cerca de Cristo, y dice que una vez a Jerusalén alborotada, esplendida ciudad, con mucho glamour, muy atractiva, con peregrinos, en fiesta, llegaron también unos griegos que querían ver a Jesús; ‹‹Señor, queremos ver a Jesús››, le dicen a Andrés; Andrés como que se saca de onda, ¿cómo le hago? o pues vámosle dando a esto aire, protocolo, importancia.

Es una oportunidad, los griegos, ελληνικά, dice el texto: Tenían los griegos en el mundo romano, pues también un toque muy especial de sabiduría, sentido artístico, de belleza. En la antigüedad no hubo mujer tan bella como Elena de Troya, una griega que vivía en Troya. Elena de Troya, la mujer más bella para muchas personas e historiadores, y por eso es una oportunidad de hacer bien las cosas. Andrés se junta con Felipe, yo creo ya no estaban por ahí a la mano Pedro o Santiago o Juan mismo, y ellos los llevan donde Jesús.

Queridos hermanos, quien mejor que Jesús conocía el mundo griego, la psicología de los griegos; decía san Pablo ‹‹que difícil es llegarles a los griegos, porque buscan sabiduría››, los judíos cosas aparatosas, señales prodigiosas, y los griegos si no les das el ancho como sabio, te dicen ‹‹otro día te escucharé››, así le dijeron a san Pablo en el areópago de Atenas.

Pues ahora mis queridos hermanos, créanme, yo disfruto, disfruto inmensamente el día de hoy la figura, el ser, la esencia de nuestro Divino Señor. Era para que Cristo, pues también, se hubiera puesto a la altura, era para que Jesús hubiera aprovechado para hablar de Dios en una forma esplendida, admirable, apantalladora, y la respuesta de Jesús, ‹‹pero ¿a qué vienen?, si yo soy un granito de trigo que camina hacia la muerte››.

Ahí está hermanos, una de las catequesis más bellas de Jesús acerca de Dios, acerca de los tiempos nuevos que Él ha traído, en donde ya la soberbia, el egoísmo, el poder no son los que marcan la historia, no son los que dan ruta en la vida, ‹‹yo soy un modesto grano de trigo›› que no me amo a mí mismo, no me busco a mí mismo, no me quiero yo constituir en el importante, sino que yo he entendido el corazón de Dios, para Dios son grandes, valen los chiquitos, el menor, el más modesto, el que pues, tiene menos cosas disponibles, ese es grande a los ojos de Dios.

Y todo esto comienza precisamente con su Mesías que, bajo otro punto de vista, siempre se le anunció como el rocío. El rocío es la expresión más modesta y pequeñita del agua, pues sí, el camino de Jesús, el camino del Mesías inicia como una gotita de rocío que con el paso del tiempo y la obra de Dios será ¡ríos de agua viva!, y hasta la fecha comprobamos cuantos ríos de agua no se habrán necesitado para bautizar a todos los cristianos del mundo, a todos los cristianos de distintas épocas de la historia, ¿cuánta agua no se ha derramado por Cristo? Para consagrarnos a Cristo, para recordarnos, por ejemplo a través del agua bendita la frescura, la hermosura de nuestro bautismo que nos hizo en Él, Hijos de Dios, herederos del reino.

Y entonces la respuesta de Jesús, es la pequeñez, la respuesta de Jesús es la humildad, la respuesta de Jesús es la modestia. Dios está actuando en su Mesías desde una manera totalmente discreta, no aparatosa, no apantalladora; Dios hará sus cosas distintas a las que el mundo hace ‹‹mis caminos no son sus caminos››, Dios tiene otro modo de ser, de pensar y de actuar, cosa que no le quita su poder, su divina majestad.

Pero hermanos debemos llenarnos de gozo por esta claridad con que Jesús nos impregna también a nosotros; cómo es importante estar luchando, estar enfrentando constantemente ambiciones, sed de protagonismo, de poder, de distinción y reducirnos a esa modestia tan deliciosa y tan agradable a nuestro Padre, que pues de plano, aquí dice el evangelista ‹‹Dios saltó de gozo, Dios se disparó también en alegría al ver la humildad de su Hijo, y dijo ¡No, yo lo voy a glorificar! otra vez, no es Jesús el que se glorifica, es el Padre que lo glorificará con su muerte, con su gloriosa resurrección. A pesar de la cruz, o desde la cruz, con la cruz, con el sepulcro, de todo eso Dios hará un esquema extraordinariamente fuerte, muy elocuente de vida.

Queridos hermanos, démosle gracias a nuestro Señor, que nos marca perfectamente el estilo, el modo de ser, la ruta íntima, sagrada, inequívoca de la vida, y también esto se puede decir ‹‹el que se ama a sí mismo se pierde››, cada que nosotros nos llenamos de esa ambiciosa soberbia nos perdemos, nos podrimos, o quedamos como las momias de Egipto, que al final, después de tanto embalsamamiento y apapacho y perfumería pues, quedan reducidas a algo tan ridículo y desagradable como es una momia; eso nos pasa en el alma cuando nosotros nos inflamos de soberbia. Esperemos la gloria de Dios, pidamos la gloria de Jesús, pidamos el Espíritu de Jesús y nunca nos equivocaremos, queridos hermanos. Así sea.