«Imposición de sotanas y roquetes a seminaristas»

 

Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

17 de agosto de 2018

“Por el reino de los cielos”.

Mis queridos hermanos, estamos dando gracias a Dios por nuestros seminarios; estamos dando gracias a Dios porque sigue concediéndonos vocaciones sacerdotales; estamos dando gracias a Dios porque los jóvenes cada día se comprometen, se emocionan más con el seguimiento de Nuestro Divino Señor Jesucristo, y tienen ya el proyecto de integrarse al misterio, a la alianza nueva y eterna que Él vino a establecer precisamente con su cruz, con su sangre preciosa. La primera oración que hicimos fue precisamente «Regálanos la inteligencia y los frutos de la cruz de Cristo, con la que Él vino a traernos un nuevo universo de vida y de salvación».

Queridos hermanos, así se enmarca, se integra este acto que estamos haciendo, en la alianza de Dios con el hombre, en hebreo se dice berit, en griego diafeque, y la palabra más antigua, berit significa creación, la alianza es un hecho que huele, sabe a creación; se crea un compromiso, se crea un estilo de vida, se crea una decisión de caminar juntos. De hecho podemos decir que la alianza cosmológica es la primera alianza, la de Noé con Dios, de Dios con Noé; nunca más Dios hace alianza de terminar, castigar a la humanidad con el diluvio, y deja la señal, el arcoíris; siempre que veas el arcoíris te acordarás de que Dios ya no se te irá encima a través de las aguas.

La otra alianza es la alianza con Abraham, Dios hizo alianza con Abraham de hacerlo el Padre de la fe, y Abraham responde mediante la circuncisión, cada que los israelitas realicen la circuncisión se acordarán que ellos están llamados a formar el Pueblo de la Fe; y la tercera gran alianza es la del Sinaí, Nuestro señor establece alianza con el pueblo mediante Moisés y la señal pues sean las dos tablas de la ley «tú te comprometes a cultivar la fe y te comprometes a observar la justicia, vas a llevar buenas relaciones con Dios, y vas a llevar buenas relaciones con tus padres, con tus semejantes, con todos los que estén a tu alrededor, y también con el universo, con las cosas, no las robes, no vayas a sustraer ni el burro, ni las pertenencias que estén en la casa de tu hermano».

Estas, y yo diría, tantas alianzas, hoy el mundo moderno está buscando, luchando por alianzas, lo acabamos de ver, los partidos políticos hicieron ciertas alianzas, los grandes del comercio hacen alianzas, las líneas aéreas con frecuencia, ya ahorita hacen alianzas, tal compañía se une con tal otra compañía aérea y se ayudan; los que fabrican autos están haciendo alianzas, pero al final hermanos, bueno una alianza muy valiosa, una alianza muy especial, lo digo porque hoy en el Evangelio sale, es la alianza del matrimonio.

Bueno y a propósito de lo que dice el Evangelio, todas las alianzas están rotas, todas las alianzas humanas fueron descuidadas, todas las alianzas caminan cojeando, se enchuecan, se cortan, se fracturan, dejan mucho qué desear, duran poco tiempo, se respetan muy poquito. Alguien me decía, Obispo ¿y qué vas a hacer mañana?, yo platiqué que iba a estar con los seminaristas que iban a tomar su sotana, ¿y que textos vas a usar?, era un eclesiástico y yo le decía: los del día, ¿pero ya viste el Evangelio?, ¡sí ya lo vi!, ¿y vas a dejar ese Evangelio que habla del divorcio?, ¿y esa es la palabra que se va a proclamar a los seminaristas, y qué les vas a decir, cómo vas tu a poder aplicar, o motivar a los seminaristas en base a ese Evangelio? En este marco del que les he hablado, vamos a hacer nuestra riqueza, nuestro acercamiento, vamos a recoger nuestro regalo para nosotros eclesiásticos, sacerdotes, seminaristas, el día de hoy. 

Tenemos el trasfondo, tenemos la visión, alianzas se necesitan, alianzas hay, alianzas son buenas, pero, a nosotros hoy nos queda claro, y tenemos la referencia por desgracia negativa, que si todas esas alianzas no han marchado bien, ahora a nosotros se nos invita, se nos ha ofrecido una posibilidad de caminar en serio con Dios, de estar de acuerdo, en serio con Jesús, de hacer un pacto digno, permanente con Jesús. Teniendo a Jesús nosotros podemos hacer compromisos serios, dignos, sublimes, duraderos. Teniendo el espíritu de Jesús, la enseñanza de Jesús, estando dentro de la familia de Jesús a nosotros se nos da la capacidad de introducirnos en la alianza nueva y eterna que nunca se fracturará, y es, la opción por el reino; por eso comentaba al inicio de este servicio homilético, “Por el reino de los cielos”. Estos jóvenes se encaminan, se introducen en la alianza, en la opción por la alianza del reino de los cielos. Qué felicidad en verdad, mis queridos hermanos para nosotros haber sido invitados a esto, “caminar con Jesús”.

Queridos seminaristas ustedes a mí me están dando este mensaje, a sus familiares, a sus seres queridos: «“Yo quiero caminar con Cristo”, “Yo he decidido estar con Jesús”, “Yo en toda mi vida quiero estar de acuerdo porque hice alianza con Jesús”». Este paso es modesto, es introductorio pero ya es saborear, ya es disponernos a un caminar de acuerdo con la mentalidad, con la enseñanza, con la misión del reino, que solo Jesús ha recibido como encomienda, y que solo Jesús tiene poder para resguardar y ofrecérsela al hombre, y claro, como una ofrenda también a Nuestro Señor.

Y bueno queridos hermanos, comento en una forma muy sencilla, que tal vez ustedes se pregunten ¿y porqué se ponen la sotana?, ¿qué significa la sotana?, ¿y por qué se ponen la cota, el roquete? Yo espero decirlo muy sencillo: Estos jóvenes aunque vayan en una etapa inicial de la formación, ya van gustando la muerte y crucifixión de Cristo. Su vida ya saben, lleva sabor a muerte, muerte al pecado, muerte al egoísmo, muerte a la soberbia, muerte a la vanidad, muerte a tantas ilusiones y a tantos deseos que nos surgen a todos, en la cuestión de la comida, en la cuestión del vestido, en muchos horizontes que tiene nuestro cuerpo y nuestra vida. Su sotana negra tiene un sabor a muerte, tiene un sabor a el abandono que hacen de las tantas opciones físicas y de imagen que ellos pueden llevar en su cuerpo. Quieren morir con Cristo, quieren pasar ese momento, quieren llevar esa disciplina, quieren llevar esa modestia y ese ser capaces de sufrir, de renunciar como Cristo.

Pero luego viene su roquete blanco, que es el que en realidad los caracterizará, los inundará, porque el vestido universal y perene del cristiano, es el blanco. Cuando los discípulos, cuando las mujeres empezaron a sentir ya la resurrección de Jesús, lo primero que vieron fue, unos ángeles vestidos de blanco, y los apóstoles unos lienzos blancos; en pocas palabras el blanco es el color del bautismo porque así es la resurrección, un vestido para la eternidad, nuestro vestido característico y definitivo, será las vestiduras blancas. El Apocalipsis habla de todos los que triunfaron gracias al cordero, desfilan, se presentan ante el trono de Dios con vestiduras blancas. 

Ellos llevan su roquete, todavía no hasta el talón porque están en un proceso, pero llegará el día en que como los sacerdotes que vienen a ofrecer la sagrada Eucaristía, o a ofrecer los sacramentos, ellos ya quedaran completamente identificados con la santidad, con la pureza de su bautismo, con la frescura de su bautismo y con la gracia espléndida de la resurrección del Señor, que hasta allá lleguen. Así sea.