Misa dominical
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco
14 de enero de 2018.
“Miren, al cordero de Dios”.
Mis queridos hermanos, el día de hoy la Iglesia nos enriquece, con el recuerdo de nuestra propia vocación, vocación significa llamado. Se nos ofrece la historia de un llamado espléndido que pasó a la narrativa de la Sagrada Biblia, pero que al fin y al cabo, es como parte de una cadena de llamados que Dios ha hecho, a todos los seres humanos. Dios nos llamó al banquete de la vida, Dios nos ha llamado al banquete de la fe, al banquete de la familia, de la patria, de la Iglesia; Dios ha hecho o ha ido agrandando esos llamados en favor nuestro.
Pero bueno, detengámonos un poquito en el llamado de Samuel, vemos la limpieza, vemos desde ahí la sencillez; cómo Dios llama, en el fondo, con el instrumento de un sacerdote, Elí, que precisamente, pues ya estaba rechazado, y entonces Dios habrá escogido a Samuel. Quiero resaltar este aspecto pequeñito, desde niño, desde niño Dios llamó a Isaac, a Jacob; desde niño Dios llamó a Josué, no se apartaba del templo, dice el libro del Éxodo, y desde niño llama a Samuel, también al rey David; y estos personajes, como desde chiquitos recogen la sabiduría, el poder de la Palabra, se convierten en personas clave, en personas importantísimas para la historia de la salvación.
Veremos cómo Samuel se convierte, dicen los americanos, King maker, artífice de reyes; ungió, consagró reyes, un poco como el profeta Elías, también el profeta Elías será un hombre tan grande a los ojos de Dios, que le prepara reyes y profetas para que sirvan a su pueblo. Eso será Samuel, Samuel ungirá a Saúl, Samuel ungirá al rey David y dejará esa dinastía de reyes en medio del pueblo.
Hermanos cuidemos, valoremos la formación cristiana de los niños, todos interesémonos, porque los niños desde chiquitos escuchen a Dios, debemos potenciar mucho el catecismo, que se convierta en un camino, en una experiencia viva, en una experiencia metodológicamente gradual, bien llevada, a profundidad, para que ese sentido de Dios camine con las personas desde chiquitos en su corazón.
Los niños que se roban el corazón de Dios se convierten en instrumentos eficaces, brillantes de sus planes de salvación; vale la pena que los papás, los familiares, los tíos, los padrinos, los abuelos -las abuelitas- cuántos niños han acercado, han formado en la relación con Dios y sin duda, eso es lo que sostiene, por ejemplo a nuestra patria. Necesitamos intervenir, necesitamos apoyar, necesitamos tener mucho empeño en el acercamiento de los niños a Dios, a su Palabra para que después a lo largo de la vida, ni se caigan ellos, ni se caiga su palabra, su corazón, su proyecto de vida.
Me impresionó ver en el texto hebreo, cómo dice el escritor “y desde entonces Dios estaba con Samuel, y no caía por tierra ninguna palabra que él decía”. Hoy todo se nos cae, hoy se nos cae sobre todo el corazón, se nos caen las virtudes, los proyectos de vida, porque no hemos ejercitado esa correspondencia a la escucha de Dios; que los niños aprendan a escuchar a Dios, que los niños aprendan a responder a Dios, a interiorizarse del amor misericordioso de Dios y nunca se caerán, y no se les caerá el corazón, y no se caerá su palabra, no se caerá su proyecto de vida.
Mis queridos hermanos, en lo que se refiere al santo Evangelio, hoy tenemos una de las expresiones más bellas de toda la revelación: “Jesús es el cordero de Dios”, dijo el Bautista. A ver, aquí quiero observar junto con ustedes, como si nosotros logramos hacer una presentación correcta, oportuna de Cristo, muchos más se acercarán a Él y se convertirán en sus discípulos. El Bautista con una frase tan sencilla, inmortal; la Iglesia, cada sacerdote al celebrar la Sagrada Eucaristía, por lo menos cuatro veces repite el ¡cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!, nos hemos reunido en busca del cordero de Dios.
Nosotros también estamos siguiendo al cordero de Dios, necesitamos el cuerpo, la carne, el alimento del cordero de Dios, vivimos en la fe gracias al cordero de Dios, y se canta, y se celebra, y llega un momento solemne en que el sacerdote -dice- “Este es el cordero de Dios”. La Iglesia lo sigue presentando con toda claridad, con solemnidad, y el pueblo se emociona y dice: no soy digno, por tu inocencia, por tu rectitud, por tu santidad, no soy digno, pero te quiero, pero te necesito, pero me emocionas, te seguiré buscando.
Mis queridos hermanos, no hay una imagen tan importante, sagrada en la Sagrada Escritura como esta del cordero, no se trata de un cordero machista, sino inocente, débil, que se desposa en amor con los creyentes y con la humanidad; es el nuevo cordero que salvó la vida a Isaac. Recuerden ustedes que Abraham ya iba a sacrificar a su hijo Isaac y gracias a un cordero que Dios regalaba, salvó la vida; es el cordero que sustituye la muerte de los hombres; es el cordero pascual, con su sangre los israelitas escaparon de la mortandad del ángel exterminador, por lo tanto, es el cordero defensor.
Cristo siempre nos defenderá como el cordero defendió a los israelitas al salir de Egipto, también este cordero nos libra del exterminio, este cordero nos ayuda a caminar como pueblo triunfantes hacia la libertad. Caminar en un clima festivo; los israelitas cenaron, celebraron la pascua del cordero de Dios y salieron de la esclavitud hacia la tierra nueva, hacia la libertad. Cada que nosotros estemos en contacto con Cristo, El Cordero, nos liberaremos de nuestras soberbias, de nuestros egoísmos, de nuestra maldad; caminamos a la libertad en medio de mil riesgos, de mil peligros como los israelitas: el peligro de los soldados, el peligro de las aguas, el peligro del desierto, el peligro de las alimañas, de las víboras, de los alacranes en el desierto o de las bestias, el peligro de la sed, el peligro del hambre, y aparece el maná, y aparece el agua de la fuente y aparece el oasis, porque están marcados con la sangre del cordero pascual.
Cordero lleno de mansedumbre, así lo dijo el profeta Jeremías, “como un manso cordero yo fui empujado al matadero”, o el profeta Isaías “cordero que carga nuestras fechorías y maldades”. Jesús cargará con mansedumbre, tantos pecados y tantas maldades que nosotros hemos cometido, prefiere ser maltratado Él, para que nosotros no seamos perseguidos nunca más; y no abría la boca “indefenso”, es el cordero mesiánico. Un hombre vino de Etiopía a preguntar al templo de Jerusalén qué razón le daban de ese personaje misterioso del profeta “cordero” y el apóstol Felipe le explicó que se trataba de Jesús. Jesús con su sacrificio, con su humildad vino a rescatarnos del pecado que nos destruiría.
Es el nuevo cordero, mis queridos hermanos, que llega hasta el cielo, cordero mesiánico, escatológico, divinizado, digamos, ya Él es divino pero en cuerpo, en su cuerpo divinizado, y cuando llegue el final de la historia no entenderemos nada, estaremos confundidos, estaremos desconcertadisimos, pero el Apocalipsis del apóstol san Juan nos dice: “gracias al cordero que ha sido degollado se puede abrir el libro donde están escritos nuestros nombres”, donde quedaron grabadas nuestras obras buenas, donde quedaron para Dios y para la eternidad todos los elementos cristianos: las virtudes, las obras de misericordia, las obras de servicio, la obra de caridad, las obras que nosotros hayamos realizado en favor de nuestros hermanos, están escritos en el libro del cordero.
Pero antes todos se preguntarán llorando ¿y quién será digno de abrir el libro de la vida?, ¿quién podrá revelar, ubicar, interpretar, aplicar correctamente la historia?, la historia personal y la gran historia universal: el cordero degollado. Bendigamos a Dios mis queridos hermanos porque todos nosotros pertenecemos, seguimos, buscamos, aclamamos, nos refugiamos, nos dejamos bañar por la sangre del cordero. No perdamos esa delicia, ese gusto de participar en la Sagrada Eucaristía, porque al final, ese nombre del cordero, y es el cuerpo y la sangre del cordero, lo que nosotros recibimos para alcanzar la vida eterna. Así sea.