Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
8 de marzo de 2018
“El que no recoja conmigo, desparrama”
Queridos hermanos, es de las claridades, es de la verdades infinitas que nos regala Jesucristo, Nuestro Señor. Cómo en él Dios ha querido depositar su poder, su amor, su sabiduría, su misericordia, su plenitud, y vemos en cambio, como todos los seres humanos, en un momento dado -muchos momentos, por desgracia- hemos querido caminar, dice el texto del Profeta, con nuestras ideas, con nuestro propio corazón, con nuestros sentimientos y acabamos de dirigirnos con nuestras maldades.
En la vida, queridos hermanos, no podemos vivir a capricho, en la vida, no podemos vivir a instancias de lo que se nos ocurre; necesitamos esa dirección, esa inspiración, esa gracia preciosa que brote de nuestro divino Señor para poder entender, para poder escoger, para poder tener las fuerzas que se necesitan para hacer correctamente la vida, que es a lo que nos lleva precisamente la enseñanza del pueblo de Dios.
Se pueden hacer bien las cosas, se puede llevar bien la vida; y las cosas se hacen mal y la vida se desbarata cuando perdemos la fuente de la vida, el sustento de la vida que es Nuestro Divino Señor.
Queridos hermanos, ustedes y yo, vamos pidiéndole a Nuestro Señor unirnos, pero gozosamente, decididamente porque en Cristo está la fuerza, está la claridad, está el dedo de Dios, está el corazón de Dios, está la mirada de Dios para hacer las cosas no tanto correctamente si no agradablemente, meritoriamente, gloriosamente. Hacer la vida, hacer las cosas en el espíritu, en el estilo, en la enseñanza de Jesús nos lleva a una victoria final, se llama vida eterna, se llama cielo, se llama paraíso, se llama felicidad, se llama triunfo, se llama eternidad porque él es eterno, porque él es feliz.
Les deseo a ustedes mis queridos hermanos, veo aquí a las personas que trabajan en la Curia Diocesana ofreciendo la sagrada eucaristía por su persona, su servicio. Me da gusto que al escuchar esta palabra ellos siguen luchando, siguen comprometidos en hacer las cosas, en el servicio y en la propia intimidad desde el espíritu precioso de Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.